Sin licitación, sin concurso, sin Panamá Compra, sin cronograma de transición y sin explicaciones públicas. Así entregó el Minsa la limpieza de ocho hospitales públicos a Hombres de Blanco, una empresa que tira más pa’ negro que pa’ blanco. Lo hizo desplazando a Sicarelle, una de las empresas mimadas del PRD, que durante más de una década se llenó los bolsillos con contratos jugosos y prórrogas interminables. El lapidario “quítate tú pa’ ponerme yo” de dos empresas cuestionables.
¿La razón? Un “procedimiento excepcional”, dicen. Porque, según el Minsa, había que cubrir “necesidades operativas” urgentes. ¿Desde cuándo la limpieza de un hospital es una necesidad no previsible? Esto no fue un incendio, ni un terremoto, ni una pandemia. Fue la crónica de un vencimiento anunciado. Lo dejaron acabarse para meter un contrato directo, habiendo tenido seis meses para convocar a una licitación. ¿Cómo sabían que el contrato se vencía y no licitaron? ¿Eso fue irresponsabilidad, mediocridad y vagancia, o fue una decisión para lograr precisamente lo que lograron?
¿Y a quién se lo dieron? Al consorcio Salud e Higiene Hospitalaria, que lidera Hombres de Blanco. ¿Y por qué ellos? Porque en procesos anteriores presentaron la “oferta más baja”. O sea, ni siquiera hubo comparación nueva. Así de burdo. Todo menos asumir que no hicieron su trabajo a tiempo y prefirieron resolver por la puerta trasera.
En los últimos seis meses, Hombres de Blanco ya limpiaba seis hospitales. Lo hacía gracias a dos contratos por $5.4 millones. Ahora se quedan con esos seis… y con dos más. Por un año más. ¿Cuánto se les va a pagar? No sabemos. Porque el contrato todavía no aparece publicado. Pero ellos, “de buena fe”, ya están trabajando. ¿Cómo era que decía el dicho? ¿Que la fe movía montañas o millones? ¿O serán montañas de millones?
Mientras tanto, la empresa desplazada, Sicarelle, solo recibió una comunicación formal para recordarle que sus servicios llegaban a su fin, por si se le había olvidado. Después de 10 años de contratos prorrogados, 10 adendas, y más de $84 millones cobrados.... Ni licitación nueva. Ni aviso. Ni transición. Nada. ¿Eso qué es? ¿Opacidad, improvisación, impresentable informalidad… o todo lo anterior? Y así quedó de limpiecito Sicarelle.
Y sí, Sicarelle tenía rato facturando sin control. Pero Hombres de Blanco tampoco es ninguna blanca paloma. También ha sido protagonista de contrataciones bajo la lupa. Ambas empresas han sido aliadas de los gobiernos de turno. Hoy una sale, la otra entra. Cambia el nombre, no el patrón. Esto no es política de eficiencia. Es rotación de favores.
Y encima Hombres de Blanco ha ejecutado dos contratos con un cerro de objeciones y encima sin refrendo de la Contraloría. Objeciones que debieron ser resueltas antes de que empezaran los contratos. ¿Ahora cómo resuelven eso? ¿O para qué?
Lo más absurdo de todo es que estemos hablando de contratar empresas para limpiar hospitales cuando los hospitales tienen —o deberían tener— su propio personal de limpieza. ¿Con una planilla tan inflada y que no haya gente ni para esto? Eso es impresentable. Si esas empresas pueden hacerlo, ¿por qué ellos no?
Y otra pregunta: ¿cuál es el plan para optimizar? ¿Vamos a seguir cada dos años rotando contratistas a dedo, o hay alguna intención de estructurar un modelo sostenible, eficiente y con reglas claras? ¿O sea, el objetivo es resolver un problema del Estado o crear negocios y resolverles los bolsillos a allegados?
Y seamos realistas, ¿qué empresa seria va a querer entrar en este juego, si sabe que las cartas ya están marcadas, que solo dos grupos dominan el negocio y que tienen el respaldo del gobierno de turno? No hay competencia real ni transparencia. No salimos del círculo.
Panamá necesita proveedores nuevos, y también funcionarios responsables, instituciones que funcionen y procesos transparentes. Cuando lo excepcional se vuelve costumbre, lo que se trapea no es el piso del hospital: es la confianza pública.