IMPACTO. Panamá finalizó el año 2007 con una inflación de 6.4%, la más alta en los últimos 17 años. El alza del combustible en el ámbito mundial influyó, y nuestro país no pudo escapar al incremento del costo de los alimentos, el transporte y la vivienda.
Panamá no solo se vio agitado por el crecimiento económico, sino agobiado por el aumento de los precios de los productos en general, entre ellos el de la canasta básica familiar. Desde entonces, los gobernantes, economistas, periodistas, entre otros, han ofrecido numerosas exposiciones o análisis financieros sobre cómo dicha situación afecta nuestro país y los ajustes que debemos hacer para reducir el impacto.
No cabe duda de que el auge económico ha afectado la vida diaria, sobre todo en lo laboral, económico y social; pero, ¿qué impacto ha producido en el ámbito psíquico o emocional? Señala el médico psicoanalista Luis Hornstein, que cuando las personas empiezan a cuestionarse sobre la seguridad de su futuro, surge lo que podríamos llamar "patologías de la temporalidad", en donde el sujeto pierde las ilusiones de un futuro prometedor.
Esto conlleva a que aflore un mayor número de ansiedades, somatizaciones, depresiones, pérdidas, migraciones, etc. Por otro lado, el psiquiatra y profesor argentino Mordechai Benyakar señala que las personas afectadas por angustias y desórdenes que provienen del entorno pueden desencadenar el Síndrome de Ansiedad por Disrupción (SAD). A diferencia de las dos formas más conocidas de estrés (la tensión crónica y el estrés postraumático), que provienen de situaciones específicas e inesperadas, el SAD surge cuando se presentan cambios simultáneos en el entorno, tantos y tan enérgicos, que la capacidad para manejar el estrés se torna insuficiente.
Los niveles de ansiedad aumentan, y la inestabilidad resulta en una pérdida del sentido de seguridad y de adap- tación; además, emerge miedo, irritación y reacciones violentas. La ansiedad por disrupción produce un estado difuso entre el afuera y el adentro. Se vuelve un ciclo repetitivo: el no poder confiar en el entorno hace que cualquier crisis, desajuste o inseguridad social/económica se convierta en evidencia suficiente para interpretar la realidad como caótica y viceversa.
Esto último quizás nos permita pensar que el impacto psicológico, infligido por la crisis mundial económica es, en muchos aspectos, tan grave como la privación económica y que, en ocasiones, no ha sido contemplado. En cualquier caso, es fundamental reconocer la angustia, la ansiedad, el insomnio y los fracasos cuando son producto del entorno negativo que rodea, para así evitar que surjan otras formas mucho más dañinas, como lo es la violencia. Recordemos: ¡lo que no se piensa (y no se siente) se actúa!