Hace unos días conocí la que sin duda es la piscina más majestuosa y moderna de Panamá, y posiblemente de toda Centroamérica: la del nuevo Centro de Alto Rendimiento en Llano Bonito, Juan Díaz. Una instalación techada, con carriles reglamentarios para competencias de nivel olímpico y mundial, y áreas para clavados. Una verdadera joya del deporte panameño. Es, además, una de las sedes principales de los Juegos Suramericanos de la Juventud 2026.
Pero mientras admiro esta obra de primer mundo, no podemos dejar de preguntarnos: ¿qué tan lejos está esta realidad del resto del país? ¿Cuántos niños, jóvenes y atletas en potencia tienen hoy acceso a una piscina en condiciones mínimas para entrenar?
La natación es uno de los deportes que con más frecuencia ha representado a Panamá en citas olímpicas, pero también uno de los que más ha sufrido para crecer. No por falta de talento —porque lo hay— sino por obstáculos estructurales que año tras año limitan su desarrollo. La falta de piscinas adecuadas, el cierre prolongado de instalaciones por daños o por falta de mantenimiento, la ausencia de químicos para tratar el agua, bombas dañadas o filtraciones, son historias recurrentes en el ecosistema de este deporte.
Y mientras tanto, el nadador que llega último en una competencia es quien carga con las críticas, sin que se entienda que su rendimiento es, muchas veces, el reflejo de un entorno que no le dio las herramientas necesarias para triunfar.
La natación —al igual que sus variantes como los clavados o el nado sincronizado— no es solo una disciplina física, es una escuela de vida. Enseña esfuerzo, constancia, sacrificio y autocontrol. Pero para que esos valores lleguen a más jóvenes, no basta con tener una gran tres o cuatro piscinas olímpicas en la capital. Hace falta un sistema comprometido con la masificación de este deporte.
Aquí es donde entran en juego los municipios que administran piscinas públicas, los clubes, las ligas provinciales, la federación nacional y Pandeportes. Todos tienen que trabajar con mayor agresividad y coordinación para enfrentar los problemas de infraestructura, capacitación y acceso.
El país necesita que las piscinas estén abiertas y disponibles al público. Necesita programas que acerquen a la natación a las comunidades. Necesita que los entrenadores tengan formación continua y que se fortalezcan los torneos regionales. Solo así, esa piscina de clase mundial en Juan Díaz dejará de ser una isla de excelencia en medio de un mar de abandono.