En 1980, durante la exitosa campaña presidencial de Ronald Reagan en Estados Unidos, este declaró: ‘El mejor programa social del mundo es un empleo’. La frase fue acreditada a Pete Wilson, el entonces alcalde de San Diego, quien lo había utilizado en un discurso de 1977 ante la Cámara de Comercio de Century City.
Estas palabras siguen siendo utilizadas hoy en día como sinónimas de una economía saludable y escasa intervención estatal, la cual debe estar orientada a crear las condiciones para la inversión privada y la generación de empleos dignos.
En la última década, concurrente con su “boom” económico, Panamá experimentó el más grave proceso de precarización y estatización laboral de su historia, que asestó un duro golpe a la confianza para invertir en el país y la capacidad de la economía para crear empleos de calidad, así como a la sostenibilidad financiera del Programa de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) de la Caja del Seguro Social (CSS).
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), entre el 2012 y 2022, se perdieron más de 59 mil empleos formales del sector privado, pero se agregaron 64 mil funcionarios y 249 mil informales a la economía.
En otras palabras, se sustituyó la expansión del empleo formal privado por empleo público, creando el caldo de cultivo para una explosión de informalidad laboral sin precedentes. Cada trabajador asalariado privado que perdió su empleo en esa década fue sustituido en la economía por un funcionario y 4 informales.
La pandemia no ocasionó el fenómeno, lo agravó. Entre el 2009 y 2019 (antes del COVID-19), Panamá duplicó el tamaño de su economía y generó unos 480 mil empleos, la mitad de ellos (52%) informales.
En el lapso 2012-2022, los 6 sectores que aportan las dos terceras partes de la fuerza laboral privada dejaron de ser atractivos para la inversión, y consecuentemente, como bloque, sólo generaron empleo informal. Estos sectores son Comercio, Construcción, Logística, Industria, Hoteles/Restaurantes y Otras Actividades de Servicio, los cuales representan 4 de cada 5 nuevos empleos creados en el 2022 y 9 mil de los 10 mil nuevos informales que hoy se agregan mensualmente a la economía.
A abril 2022, los porcentajes de empleo informal en los 6 sectores eran comercio (54%), construcción (73%), logística (61%), industria (64%), hoteles/restaurantes (62%) y otras actividades de servicio (87%), niveles muy superiores a la informalidad laboral de la economía en su conjunto (48.2%). Del otro lado del espectro se encuentran energía (9%), finanzas/seguros (9.2%), minería (13.8%) e información/comunicaciones (15.8%).
En el 2017 Mitradel tramitó 445 mil nuevos contratos laborales versus 240 mil en el 2022. Es decir, en 5 años la economía perdió 205 mil contratos, 205 mil salarios y 205 mil cotizaciones a la CSS, mientras que pasamos de generar unos 1,900 nuevos informales por mes a más de 10 mil.
Se generó empleo formal donde hubo inversión, minería, energía y educación, pero el 90% de la contracción laboral ocurrió en 4 sectores: construcción (50%), hoteles & Restaurantes (19%), comercio (14%) e información y comunicaciones (7%), reducciones directamente relacionadas a menores niveles de inversión privada.
Como resultado de la pandemia, el sector privado perdió 407 mil empleos formales, 364 mil en el 2020, más 43 mil trabajadores suspendidos que no recuperaron sus empleos. Cifras de Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral (Mitradel) indican que en el 2022 la entidad tramitó 20 mil nuevos contratos laborales por mes, versus 32 mil mensuales en el 2019. La tendencia se mantiene, entre enero y marzo de 2023 se tramitaron unos 65 mil nuevos contratos laborales, en contraste con 101 mil en el primer trimestre del 2019.
¿Cómo mejoramos la confianza en la inversión y generación de empleos dignos en los 6 sectores antes mencionados? La respuesta es compleja por ser sectores con problemáticas diferentes. Pero todos sufren de un mal común, la asfixiante burocracia, la excesiva tramitología y permisología, que sólo sirve para espantar la inversión privada y alimentar un aparato estatal sobredimensionado y parasitario.
No tiene sentido hablar del “potencial” turístico (62% de informalidad) o logístico (61%) de Panamá si no somos capaces de atraer las inversiones que lo hagan realidad. Generar empleo de calidad presupone transmitir confianza al inversionista, lo cual debe partir de un agresivo esfuerzo para simplificar, racionalizar y digitalizar la tramitología estatal, que además permita una reducción significativa del tamaño del Estado y la reorientación del gasto público hacia la inversión productiva. Sin inversión privada, seguiremos generando informales.
El autor es consultor empresarial.