Perspectiva Indignación y silencio

Es difícil no notar dos historias contrastantes que se han publicado lado a lado durante la última semana. Una es sobre las protestas violentas en el mundo musulmán desatadas por un reportaje aparecido en Newsweek (del que ahora la revista se ha retractado) sobre que interrogadores estadounidenses en la Bahía de Guantánamo profanaron un Corán al tirarlo en un inodoro. Tan solo en Afganistán murieron por lo menos 16 personas y más de 100 resultaron heridas en disturbios antiestadounidenses que han sido vinculados con ese reportaje. Espero ciertamente que esa nota de Newsweek sea incorrecta porque sería indignante que los interrogadores estadounidenses se hubiesen comportado de esa forma.

Dicho eso, no obstante, en los propios periódicos uno puede leer las noticias más recientes de Irak, donde extremistas suicidas baathistas y yihadistas han matado a 400 musulmanes iraquíes en el último mes, la mayoría de ellos civiles chiítas y curdos que hacían compras en mercados, caminaban durante funerales, iban a las mezquitas o eran voluntarios para unirse a la policía.

Sin embargo, estos asesinatos en masa esta profanación y desmembramiento de musulmanes verdaderos por parte de otros musulmanes no han generado una sola marcha de protesta en alguna otra parte del mundo musulmán. Y no he leído sobre una sola fatwa emitida por algún clérigo musulmán fuera de Irak para condenar estos asesinatos en masa e indiscriminados de chiítas y curdos iraquíes perpetrados por estos extremistas suicidas yihadistas, muchos de los cuales, según un artículo del Washington Post, provienen de Arabia Saudita.

El silencio del mundo musulmán sobre la profanación real de iraquíes, junto con su indignación por la presunta profanación de un Corán, subraya aquello a lo que nos enfrentamos al tratar de estabilizar a Irak, así como a la única estrategia factible que está avanzando.

El reto que enfrentamos en Irak es tan poco razonable precisamente porque el cambio de poder que Estados Unidos y sus aliados están tratando de urdir allá es muy profundo, tanto en términos religiosos como políticos. Religiosamente, si se quiere saber cómo percibe el mundo árabe sunnita el hecho que un chiíta sea elegido líder de Irak, por primera vez, se debe pensar en cómo los blancos de Alabama se habrían sentido si un gobernador negro hubiese asumido el cargo en 1920. Algunos sunnitas piensan que los chiítas no son musulmanes auténticos y son indiferentes a que sean tratados con brutalidad.

Al mismo tiempo, políticamente hablando, algunos regímenes árabes prefieren ver el caldero hirviendo en Irak para que así el proceso de democratización no se propague nunca a sus países. Esa es la razón por la cual sus periódicos oficiales describen en raras ocasiones los asesinatos de civiles en Irak como una masacre o como actos de terrorismo. Por lo general, tales crímenes son desinfectados como "resistencia" a la ocupación.

Salama Na mat, el jefe de la oficina en Washington del periódico en árabe Al Hayat con sede en Londres, escribió el otro día: ¿Cuál es la responsabilidad de los regímenes (árabes) y los medios de comunicación oficiales y semioficiales en los países que limitan con Irak en la legitimación de las operaciones que asesinan a iraquíes? ¿Acaso no es su objetivo obstaculizar (el surgimiento de) la recién nacida democracia en Irak para que así no se propague en la región?

Al identificar el problema, no obstante, Na mat también identifica la solución. Si se quiere detener una oleada de bombazos suicidas, que algo parecido estamos viendo en Irak, se requiere de una aldea.

Soy un gran creyente en que las grandes limitantes de la conducta humana no son las leyes y la policía sino la cultura y la autoridad religiosa.

Es lo que la comunidad, lo que la aldea, considera vergonzoso. Eso es lo que limita a las personas. Así es que, ¿cómo hacemos que una aldea árabe sunnita deslegitime a los extremistas suicidas?

Dentro de Irak, obviamente, se debe integrar a baathistas sunnitas con credibilidad al proceso político y a la redacción de la Constitución, siempre y cuando no tengan sangre en las manos de los días de Saddam.

Y fuera de Irak, el equipo de Bush necesita exigir con energía que Arabia Saudita y otros aliados árabes clave utilicen sus medios de comunicación, sistemas gubernamentales y religiosos para denunciar y deslegitimar el asesinato infame de musulmanes por musulmanes en Irak.

Si el mundo árabe, sus medios de comunicación y sus líderes espirituales salieran a condenar convincente y repetidamente a quienes montan ataques suicidas, y si a los sunnitas con credibilidad se les da su parte justa en el gobierno iraquí, estoy seguro de que acabaría gran parte de estos bombazos suicidas, como sucedió con los palestinos.

Los propios iraquíes pasarían la inteligencia necesaria para prevenir estos ataques, y negarían a los extremistas suicidas las casas de seguridad que requieren para tener éxito.

Es la única forma en que se detiene porque no sabemos quién es quién. Se requiere de la aldea, y en este momento se necesita presionar a la aldea árabe sunnita e inducirla a limitar a quienes entre ellos están llevando a cabo estos asesinatos suicidas de inocentes.

La mejor forma de honrar al Corán es vivir conforme a los valores apreciados de la misericordia y la compasión que propaga.

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