Noticias, inteligencia, acusación y moralidad falsa

Desde hace un tiempo, Estados Unidos y algunos otros países del Occidente han estado utilizando el tema del rastreo del origen de la Covid-19 para confundir la verdad y la mentira. Una de sus artimañas predilectas es jugar sin parar con la gastada e infundada “teoría de fuga de laboratorio”.

Según informaciones, agencias de inteligencia de Estados Unidos han estado fraguando su informe de “investigación sobre el origen del virus”, tratando de inducir a la opinión pública mundial a creer en la veracidad de la “teoría de fuga de laboratorio”, aunque sin poder sustanciarla con ninguna prueba concreta directa ni apoyo científico racional. Las supuestas “evidencias” fabricadas hasta ahora no son más que dimes y diretes de segunda mano, carentes completamente de credibilidad. En realidad, las instituciones de investigación estadounidenses y sus aliados saben que es casi seguro que el virus no fue creado artificialmente y que será muy poco probable que jamás vaya a haber conclusiones definitivas que puedan verificar la susodicha “teoría de fuga de laboratorio”. Sin embargo, insisten en publicar su informe con el alevoso propósito de propagar suposiciones engañosas, plantar sospechas falaces y pintar a China como país no transparente, no cooperante e inclusive encubridor de informaciones relativas al origen del nuevo coronavirus.

Hay también informaciones que revelan que funcionarios de alto nivel del gobierno de Estados Unidos creen que, haya o no avance tangible en la “investigación”, eso ni importa; que total, ése no es el propósito, sino la “investigación” misma, ya que continuarla sirve para agotar los recursos diplomáticos de China, aumentar la capacidad de presión de Estados Unidos sobre China y “neutralizar la influencia de China”. O sea que para ese país, el más poderoso del mundo, en un tema puramente científico como es el rastreo del origen de la Covid-19, la ciencia y la verdad es lo de menos cuando se trata de China. Más le importa politizar la pandemia y utilizar el nuevo coronavirus para la estigmatización, en un afán casi demencial de jugar sus inconfesables juegos geopolíticos, aun a costa del interés superior de la comunidad internacional por encontrar, mediante trabajos a escala global serios, amplios, profundos y científicos, la verdad del origen de la Covid-19. Semejante cinismo nos recuerda nítida y vivamente la tristemente famosa actuación de altos cargos diplomáticos norteamericanos en la ONU, usando detergente como “evidencia” de la existencia de armas de destrucción masiva en Iraq. ¿Hay mayor atropello contra la consciencia y dignidad humanas y el derecho humano a la vida y salud?

El autor es embajador de China en Panamá

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