En medio de una sofocante tarde de verano, a pocos metros del Ministerio de Defensa en Tel Aviv, más de un centenar de retirados de la Fuerza Aérea, en su mayoría hombres mayores, se congregaron el martes para exigir el fin de la guerra y la liberación de los 50 rehenes que permanecen en manos del grupo islamista Hamás desde el 7 de octubre de 2023.
Muchos llevaban pegatinas con el lema “Terminen con la guerra, devuelvan a los secuestrados” y camisetas con la imagen de Ron Arad, un piloto israelí desaparecido en acción en Líbano en 1986, cuyo caso temen que se repita con los cautivos actuales.
“Lo dejaron allí y no regresó a casa desde ese día. Me preocupa que ocurra lo mismo con los rehenes”, cuenta Tomer Ganelevin, de 60 años, exreservista de la Fuerza Aérea.
Originalmente del kibutz Nirim, atacado por Hamás el 7 de octubre de 2023 y en cuyo asalto su hermano resultó herido de bala, asegura que no siente venganza; al contrario, en este momento, dice, siente vergüenza.
“Queremos vida y no muerte. Queremos que regresen para que podamos empezar a sanar”, insiste, subrayando que las familias de los rehenes necesitan recuperar incluso los cuerpos para tener “un cierre”.
Shay Or, de 67 años y también expiloto, denuncia que el Ejecutivo actúa sin tener en cuenta ni a los rehenes ni a los soldados.
Rodeado de banderas israelíes y amarillas —símbolo de la exigencia de liberar a los cautivos—, porta un cartel que imita las tablas de Moisés con un “mandamiento” añadido: “No abandones”.
“Es parte de los Diez Mandamientos. No está escrito porque es obvio”, explica. “Los necesitamos de vuelta a casa. Es fundamental que los judíos se ayuden mutuamente y los traigan de regreso”, añade.