En poco menos de un año conmemoraremos los 20 años de la transferencia del Canal. Quienes participamos de aquel memorable evento podemos decir que Panamá ha logrado muchas transformaciones significativas. En 1999, el producto interno bruto (PIB) de Panamá era poco más de $11 mil millones. Para el año 2017 ya superaba los $40 mil millones, y es posible que para finales de 2019 exceda los $45 mil millones, o sea que se habrá cuatriplicado.
No se le puede atribuir ese crecimiento a un sector en particular, pero sí cabe resaltar que en esos mismos 20 años la industria portuaria panameña evolucionó de mover poco más de 700 mil a cerca de 7 millones de TEU, o sea que se multiplicó por 10. Así podemos continuar enumerando muchos índices de crecimiento en el sector marítimo. Sin embargo, ese crecimiento es poco con respecto a lo que pudiera llegar a ser. En 1995, cuando la Asamblea incluyó en el título constitucional sobre el Canal que este formaría parte de la Estrategia Marítima Nacional (EMN), muchos no comprendían de lo que se trataba; pero aun así fue aprobado por las dos legislaturas reglamentarias.
Posteriormente, cuando se aprobó la Ley Orgánica de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y de la Autoridad Marítima de Panamá (AMP), nuevamente quedó en ambos textos la alusión explícita a la Estrategia Marítima Nacional, y en 2004 el gobierno de Mireya Moscoso aprobó por decreto la primera Estrategia Marítima Nacional. Posteriormente, durante el gobierno de Martín Torrijos, se amplió la estrategia para incluir las actividades logísticas que formaban parte de las mismas cadenas de valor, y en el año 2009 se aprobó por decreto la nueva versión.
Los dos gobiernos subsiguientes dejaron la Estrategia Marítima Nacional a un lado y se concentraron en desarrollar una Estrategia Logística Nacional (ELN), que fue entregada en 2017 y está vigente en la actualidad. El hecho fundamental que deseo resaltar es que si bien es cierto que la Estrategia Logística Nacional 2030 es un hito en el desarrollo logístico de Panamá, pienso que debemos hacer revisita a la Estrategia Marítima Nacional y retomar muchos de los objetivos y tareas que quedaron pendientes para poder convertir a Panamá en el país marítimo que debe llegar a ser.
Si bien es cierto Panamá es mucho más que un Canal, el eje principal de las cadenas de valor que ofrece Panamá está en los servicios que se le ofrecen al buque. En la medida en que el naviero reciba servicios a precios competitivos y de clase mundial, la carga vendrá a Panamá. Y con servicios marítimos nos referimos a aquellos que van desde mantenimiento, reparación, cambio de tripulación, pilotaje y remolcadores, hasta financieros, legales, avituallamiento, abastecimiento de combustible, inspecciones, etc. No debemos olvidar que un buque es una empresa cuya administración requiere de todos estos servicios en lugares seleccionados estratégicamente por sus operadores.
Debemos y podemos aspirar a ser una ciudad marítima de carácter global, que atraiga a armadores y operadores de buques, astilleros adicionales, y muchos otros servicios que se brindan desde otros centros marítimos a nivel global. De esa misma forma, debemos ser un centro de excelencia educativa en carreras marítimas y logísticas de reconocimiento mundial. Debemos ser modelo en el cumplimiento de normativas ambientales internacionales y promotores del cumplimiento de dichas normativas. Debemos pensar en globalizar los servicios y experticias adquiridas en todos los clústeres marítimos y logísticos, de manera que las empresas panameñas operen y administren concesiones de puertos y parques logísticos en otras partes del mundo, tal como hoy lo hacen empresas de otros países en Panamá.
Finalmente, atendiendo los enunciados de la Estrategia Logística Nacional 2030, debemos transformar a Panamá de un lugar de tránsito a un centro de producción y transformación de bienes sobre la base de innovación y tecnología.
Lo que nos hace falta -y lo dice la Estrategia Logística Nacional 2030- es dar un salto cuantitativo y cualitativo en la institucionalidad que rige el sector, dotarla de recursos humanos competentes y de presupuesto para que desarrolle las leyes y reglamentos necesarios, desarrolle la infraestructura prioritaria, incluyendo la plataforma tecnológica que permita modernizar el sector, pero, igualmente, debe crear los incentivos necesarios para atraer inversiones. Una institucionalidad que integre y desarrolle el potencial de nuestro conglomerado marítimo, incluyendo al Canal. Estoy seguro de que el PIB del país podrá más que duplicarse en los próximos 10 años y Panamá finalmente podrá decir que es un país marítimo.
El autor es consultor y miembro de la junta directiva de la Cámara Marítima de Panamá.