Hace algo más de una semana, el secretario de Salud de los Estados Unidos, Robert Kennedy Jr., afirmó que el aceite de hígado de bacalao trata o cura el sarampión.
Desafortunadamente, con el secuestro de las más serias instituciones de vigilancia de enfermedades por la religión de la desinformación y la fábula, que luce la administración Donald Trump, la noticia por el nuevo CDC (el Centro para el Control de las Enfermedades) se acompañó del mito de que “la administración de vitamina A, bajo la dirección de un médico, puede ser apropiada”, con lo que se dio luz verde a la desinformación.
Inmediatamente la semana pasada se inició la diseminación irresponsable a nivel mundial, como se espera con estas redes de la maldad y desvergüenza, de afirmaciones fuera de los límites de la ciencia y la evidencia probada, de que la vitamina A previene el sarampión y que la vacuna contra el sarampión, rubeola y paperas o parotiditis (MMR o Triple viral) enferma y no previene el sarampión. Como si fuera poco, Kennedy ha dicho deportivamente que el brote epidémico del sarampión en Texas está ligado a una pobre dieta y salud y citando teorías en los límites conspirativos, que la vacuna ha hecho daño a los niños del occidente de Texas. Todo esto frente al resurgimiento de la enfermedad y la mortalidad que de ella resulta.
Aprovecho para informar sobre esta relación entre sarampión y vitamina A, que se disemina a la velocidad de la luz y con el estruendo de una tormenta, dejando en el camino destrucción y dudas entre las personas de buena fe.
La vitamina A no previene ni cura el sarampión. La vitamina A se ha usado en el paciente enfermo con sarampión, pero no tiene efecto alguno de prevención. Es más, la ingesta excesiva de vitamina A puede producir serias molestias de salud, una de ellas, un síndrome que sugiere hipertensión cerebral.
El sarampión puede disminuir las concentraciones de vitamina A en el enfermo y es por ello que estaría indicado reponer ese déficit dando vitamina A, con lo que se podría prevenir la muerte. Con solamente dos dosis de vitamina A, separadas 24 horas una de la otra, ese déficit agudo se corrige y no se requiere dar más vitamina A. Pero esto no es ni debe ser rutinario en niños con sarampión porque es un grupo muy pequeño de ellos, quienes sufren de una significativa hipovitaminosis. Esta depleción aguda no es lo mismo que la deficiencia crónica de vitamina A, asociada con desnutrición por deficiencia de proteínas, debido a una “alimentación” muy pobre en nutrientes, vitaminas y minerales. Estos hechos probados los utiliza y manipula Kennedy para acomodar su discurso anti vacuna.
La deficiencia crónica de vitamina A debilita el sistema inmune, retarda el crecimiento en los niños, incrementa los riesgos a contraer enfermedades infecciosas y a morir por sus complicaciones e induce ceguera (xeroftalmia), algo que existe en el 2.8% a 9.4% de nuestras poblaciones indígenas y que ha resultado en la iniciativa de fortificar el arroz con vitaminas y minerales. Tampoco quiere decir esto que el arroz previene el sarampión o que lo cura.
Grandes dosis de vitamina A pueden ser tóxicas para los niños y los adolescentes. El uso arbitrario de vitaminas puede llevar a ese riesgo de enfermar que se manifiesta con náuseas, vómitos, dolor de cabeza intenso y diario, cansancio, visión borrosa, todo lo que sugiere hipertensión cerebral y, en efecto, resulta en un aumento de la presión dentro del cráneo con serias consecuencias potenciales para el cerebro allí contenido. Además, se observan quejas por dolores articulares y óseos, y problemas de la piel y el cabello. Una dieta con alimentos como el huevo, la leche, los quesos, los vegetales verde, amarillo o naranja, el pescado y la carne proveen suficiente vitamina A para evitar su deficiencia. Los compuestos de vitaminas múltiples, si la toman los niños como se indica en los frascos que las contienen, no producen este riesgo de hipervitaminosis A. La leche materna también contiene vitamina A y las fórmulas de leches para los bebés también están enriquecidas con vitamina A.
El aceite de hígado de bacalao contiene grandes cantidades de vitamina A. Esas cantidades son superiores a las recomendadas para los niños en crecimiento. Su uso debe ser por corta duración y bajo vigilancia médica y no solo bajo el estricto e invariable dictado de la madre o la vecina. El aceite de hígado de bacalao también contiene grandes cantidades de vitamina D, cantidades que también están muy por encima de las recomendaciones para la ingesta de vitamina D por los niños. Y, otro elemento nutricional del aceite de hígado de bacalao es el de ácidos grasos. La ingesta abundante de aceite de hígado de bacalao puede aumentar los riesgos de sangrado por su alto contenido de ácidos grasos, que evitan la coagulación de la sangre.

Tristemente, el compromiso médico del pediatra con los padres para el cuidado de sus hijos sufre más escollos en la docencia de la evidencia probada científicamente que la diseminación de escándalos y mentiras que resultan, eventualmente, en la enfermedad y muerte de niños, jóvenes y adolescentes, y también, adultos, por enfermedades infecciosas que la vacunación protege contra su gravedad y muerte.
El sarampión es una de las enfermedades infecciosas más contagiosas en todas las edades y la única forma de prevenirla es mediante la vacunación oportuna. La vacunación se logra con la recepción de dos dosis de la vacuna, por lo menos con 6 meses de separación una de otra, y a partir de los 12-15 meses de edad. Dos dosis son efectivas en un 97% de los casos. Un esquema probado es vacunar con la segunda dosis, 4-6 años más tarde.

Cuando era niño, mi mamá siempre bella y amorosa, me daba aceite de hígado de bacalao “para prevenir los resfriados”. Recuerdo la etiqueta de “El hombre con el bacalao a cuesta”, algo así como la famosa fotografía de Putulungo, el pescador de pulpo de Sandra Eleta, el hombre negro del caribe panameño, con el molusco en su hombro. Ese aceite grueso y con mal olor no había llegado al esófago cuando ya lo estaba vomitando con una fuerza insospechada. Horrendo sacrificio, calvario sin cruz ni clavos. Casi muerte por amor. Después de enterarme de la receta de Robert F. Kennedy Jr., para prevenir el sarampión, prefiero la vacuna.
El autor es médico.