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Apagones

La figura del apagón es elocuente, recuerda a los años ochenta y la canción La luz de Pedro Altamiranda: “Panamá, Panamá, subió la luz y qué oscuridad”, y aunque desde 2019 no pasaba algo parecido, la metáfora de lo que ocurre con el gobierno y con el país es evidente: hemos entrado política y socialmente en un estado de oscuridad preocupante.

Miren la bancada Vamos, que de independientes postizos pasaron a partido súbito, y les llegó su apagón con gritos y ofrecimientos de lencería femenina para diputados por parte de diputada, en un espectáculo bochornoso que nos sume en una oscuridad crucial. Tanto independientes juntos bajo los mismos colores no podía ser otra cosa que un partido: las herramientas democráticas no son el problema, sino la falta de criterio para usarlas.

Apagón asambleario con la pantomima de las reformas a la CSS, y el PRD, con su diputado con nombre de boxeador y de whisky a la cabeza, oponiéndose a un adversario político con insinuaciones sobre su sexualidad, sumada a la cara dura de dar lecciones sobre corrupción o resolución de problemas, acabando de salir de un periodo gobernando, es de una oscuridad democrática preocupante.

Un apagón de voces a nivel internacional cubre nuestra causa más importante de los últimos 35 años de un silencio espeso, que amenaza con dar la razón al relato de falsedades que se sigue contando. Mientras, Trump da instrucciones al Pentágono para que busque posibilidades militares reales sobre el Canal, pero es mejor ir solos por esta vereda oscura y sin defensa.

En menos tiempo que ningún otro gobierno, este ha demostrado que será el peor de todos. No tenemos que aguantar cinco años de este atropello: ha llegado el momento de pedir que sean otros los que nos gobiernen, aunque corremos el riesgo de no tener a nadie a la altura de las circunstancias. El miedo a los peores nos acecha, y no hay peor oscuridad que esa.

El autor es escritor.


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