El escritor y periodista económico francés del siglo XIX, Frédéric Bastiat (1801-1850), nos regaló la siguiente cita, que encapsula la falacia de pensar que nuestros políticos son seres iluminados: “Si las tendencias naturales de la humanidad son tan malas que no es seguro permitir que las personas sean libres, ¿cómo es que las tendencias de estos organizadores son siempre buenas? ¿Acaso los legisladores y sus agentes designados no pertenecen también a la raza humana? ¿O creen que ellos mismos están hechos de un barro más fino que el resto de la humanidad?”
Y como para muestra basta un botón, esta frase me saltó a la mente al leer el más reciente ejemplo de cómo los funcionarios de turno, en caso tras caso, solo ven el cargo como una oportunidad para lucrar. Flor Mizrachi, en su columna en La Prensa del 30 de abril, nos detalla: “Meneses y el PRD (porque ese señor no se mandaba solo) usaron los auxilios del IFARHU como botín político. Meneses usó dinero público —más de $140 millones en auxilios entregados entre 2019 y 2023— para repartir favores.” Barro muy fino.
El economista estadounidense James Buchanan, junto con Gordon Tullock, desarrolló la teoría de Public Choice, o en el argot popular, “la política sin romance”. Buchanan critica la visión romántica de la política como el método usado por ciertos paladines públicos para alcanzar el desarrollo social. Esta teoría se basa en tres supuestos:
La justicia social no existe; lo que hay son individuos que viven en sociedad, y el rol del político debería ser crear mayor libertad para el individuo, lo que redunda en beneficio colectivo.
Aunque algunos argumentan que sí existe un “bienestar social”, esta idea se cae por su propio peso al reconocer que la sociedad elige personas, no ideales abstractos.
Los individuos que se mueven en política actúan según sus propios análisis de costos y beneficios. No son barro fino; son personas que, por una razón u otra, han llegado al poder, y actuarán como cualquier ser humano desde hace 10,000 años, con todos sus méritos y defectos.
¿Cuándo entenderemos, como sociedad, la gran contradicción de gritar a los cuatro vientos “¡El gobierno es malo, necesitamos más gobierno!”? Cada vez son más frecuentes las escenas de grupitos (los “cuatro gatos”) interrumpiendo el libre tránsito con sus marchas, afectando al ciudadano que tuvo la mala suerte de cruzarse con estos iluminados camino al trabajo o a su casa. Estas facciones, que en elecciones apenas alcanzan el 2% del voto, ¿cuándo entenderán que ante esta realidad la respuesta no puede ser la calle con kilos de piedras en la mano, sino la labor didáctica y el convencimiento, aunque sus teorías sean equivocadas?
En estos días de huelgas de maestros del sistema oficial, mientras se amplía la brecha de calidad con respecto al sistema privado de educación, es innegable que vamos camino a una mayor ignorancia sobre los componentes del éxito para un país o una sociedad. Ya en las escuelas no se enseña sobre ahorro, capitalismo y trabajo duro. En la política, menos aún.
¿Y qué les enseñan los políticos afortunados de turno a las nuevas generaciones? Espero que la lección sea clara: no te enamores de los políticos, porque no están hechos de barro fino; son meros mortales.
El autor es director de la Fundación Libertad.