La figura del líder social o cabecilla, del campesino o indígena que se levanta para defender reivindicaciones y derechos humanos no se limita solo a figuras de grandes revoluciones armadas, sino también a líderes comunitarios, defensores de derechos, y personajes populares que encarnan la resistencia frente a la injusticia en contextos más locales o específicos. La literatura panameña, con su fuerte arraigo en la realidad social e histórica del país, ha explorado estas figuras desde diversas perspectivas.
El Cabecilla, de José A. Cajar Escala (1915-1994), fue la novela que ganó la primera versión del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en 1942. Fue publicada por Ediciones Librería Cultural Panameña. La novela se desarrolla en el contexto rural panameño y describe un levantamiento frustrado de campesinos. El Cabecilla es considerada una obra de protesta social que denuncia la explotación del campesino panameño, la corrupción de la clase política y la desigualdad.
De allí las palabras del cholo Goyo Alonso al final de la novela: “Todos ustedes saben quiénes son: Los Directores de Panamá; los que nos metieron en la cabeza tantas cosas de la causa der pobre y nos prometieron una vida mejol; son ustedes mesmos que nos han ultrajado siempre (…)".
Cajar Escala logra ofrecer un cuadro riguroso de la realidad social y política del Panamá rural. La novela destaca por su carácter de ambiente y las tensiones sociales de la época. Se le reconoce por su nacionalismo y por presentar la figura del líder político o “cabecilla”, un personaje recurrente en la literatura latinoamericana.
Desertores, de Ramón Heberto Jurado (1922-1978), también ganadora del Premio Ricardo Miró en 1948, apareció por primera vez en 1952 y publicada en la imprenta de La Nación. Es una de las novelas más significativas y fundamentales dentro de la narrativa panameña. La trama se enmarca en el contexto histórico crucial para Panamá: la Guerra de los Mil Días (1899-1902) y rescata la figura del caudillo indígena Victoriano Lorenzo. Desertores es reconocida por iniciar una vertiente de la novelística panameña enfocada en la guerra civil, con una mirada hacia la reivindicación de figuras y eventos históricos desde una perspectiva literaria.
La obra de Jurado es valorada por su intento de explorar y dar forma narrativa a un pasado complejo y a menudo conflictivo, abordando las lealtades, las traiciones y las luchas de poder que marcaron ese periodo. La traición de clase, la alienación cultural, la lucha del pueblo, la juventud y la esperanza. Los estudios culturales consideran que Desertores ha tenido una función ético-política importante dentro de la comunidad panameña, al reconsiderar y profundizar en la figura de Victoriano Lorenzo y las circunstancias de su lucha y sacrificio.
Carlos Francisco Changmarín (1922-2012) fue un autor profundamente comprometido con las causas populares y las luchas campesinas e indígenas. En su vasta obra, es recurrente la figura del líder comunitario. Su novela El guerrillero transparente (1981), también ganadora del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró, se inscribe en esta línea de compromiso con las luchas sociales y rescata la figura del cholo Victoriano Lorenzo desde el imaginario social con una combinación de figura histórica humana y mito popular. Changmarín nos presenta a un Victoriano de ética inquebrantable frente al imperialismo y la oligarquía; símbolo de dignidad campesina porque es “procer cholo” de origen humilde, con aura de mártir entre las clases populares.
En Con ardientes fulgores de gloria (1999), el escritor Juan David Morgan (1942) rescata la figura de Manuel Amador Guerrero entre otros conjurados y líderes del movimiento separatista de 1903 y hace alusión a los años de libertad del Estado Soberano donde líderes y héroes históricos, como Tomás Herrera y Justo Arosemena fueron clave. En la novela Entre el cielo y la tierra (2019) se presenta la figura de Tomás Herrera como una propuesta ética del liderazgo que se proyecta desde el pasado hasta un presente empobrecido políticamente. Las novelas históricas de Juan David Morgan buscan despertar el orgullo y conocimiento de la historia panameña desde el liderazgo de sus personajes.
La literatura panameña ha pasado revisión a diversas figuras que, en distintos contextos, ejercieron alguna forma de liderazgo en momentos de conflicto o transformación social. La figura del líder o cabecilla se configura como un arquetipo ético y simbólico que aporta significativamente a la construcción de una identidad nacional. Su origen popular y su vínculo con las luchas campesinas o indígenas lo convierten en un referente que fricciona con los modelos tradicionales de poder, a menudo asociados a la corrupción o el privilegio en la actualidad.
En el contexto actual de Panamá, donde se cuestiona la legitimidad del poder político y económico, la presencia de estos líderes en la memoria cultural adquiere una función revitalizadora. La imagen del cabecilla en la literatura se convierte en un símbolo que interpela al presente: inspira formas de organización y acción colectiva, refuerza la identidad desde los bordes, no desde el centro y reafirma la dignidad y la justicia. La recuperación de figuras históricas desde la ficción es una herramienta poderosa para imaginar futuros posibles para nuestro país.
El autor es escritor.