Parece entenderse que durante cien años la historia permanece sumergida en el pasado y no se exhibe hasta que una laboriosa investigación la trae a la luz; este es el caso de la Revolución de febrero de 1925. Es un tema interesante desde las ópticas cultural e histórica, pues representa un hecho que antecede a las luchas sociales que nacieron en Panamá durante el siglo XX. Por este motivo, creo oportuno exponer, desde una perspectiva histórica, algunos de los antecedentes cruciales que dieron inicio a los levantamientos en San Blas a mediados de febrero de 1925.
Como punto de partida, debo resaltar un término conocido como “civilización”, utilizado para categorizar a un grupo social como avanzado. En nuestro caso particular, este concepto adquiere importancia a inicios del siglo XX panameño, cuando se reflejaron en los proyectos de “civilización” y “culturización” los esfuerzos por modificar los grupos denominados indios.
La interrogante que podemos plantearnos hoy es: ¿qué se entiende por civilización y cuál era su concepto como plan de modernidad? En una de las columnas de opinión del Diario de Panamá del 29 de marzo de 1915, podemos encontrar la base del término civilización para ese momento:
“Otra de las medidas progresistas del actual gobierno panameño consiste en llevar la civilización a los lugares que desde tiempo inmemorial están ocupados por indios, con sus autoridades, sus costumbres y religiones propias y privativas. En estos días han salido los primeros misioneros cristianos que han de difundir las ideas de cultura y civilización”. (Diario de Panamá, 29 de marzo de 1915).
Es sorprendente la evidencia encontrada sobre el avance de la modernidad y el imaginario que existía aún en 1915. Algunos teóricos y académicos mencionan que la religión es el ente capaz de transformar una sociedad primitiva, y que su valor solo se entiende en los siglos coloniales. Sin embargo, es evidente que, en Panamá, la religión seguía teniendo un papel importante en una época contemporánea.
El planteamiento formulado por esos hombres es redundante y contradictorio. Por un lado, se les otorga el mérito a esos grupos humanos por haber habitado los lugares desde tiempos “inmemoriales”. Igualmente, se admite que mantienen sus propios principios y estructuras internas, como su religión, costumbres y tradiciones.
Sin embargo, no fue solo en 1915 cuando el Gobierno panameño intentó llevar a cabo una campaña civilizatoria en las costas de San Blas. En 1913, existió una ley llamada “Ley 56 sobre la civilización de indígenas”, que analizaba los beneficios que se podrían obtener si se explotaban los recursos de la región de San Blas:
“Creemos que por donde debe comenzarse la obra de civilización de los indígenas es por las costas denominadas generalmente San Blas, y creemos esto porque esa región, pletórica de riquezas, de fácil acceso y hasta ahora la más abandonada de la República, necesita más que ninguna otra la activa acción de la civilización”. (Diario de Panamá, 8 de enero de 1913).
En estos párrafos solo he abordado una pequeña parte de aquellos antecedentes de febrero de 1925. Sin embargo, estoy consciente de la necesidad de exponer hallazgos para recrear esa historia abstraída por el pasado y que puede resultar alejada de nuestro presente.
Cien años se cumplirán de los hechos de San Blas y aún existen historias no contadas ni mucho menos relatadas, y quizás sigamos pensando que somos civilizados, mirando a nuestros hermanos autóctonos como unos completos desconocidos.
El autor es historiador.