El banco de inversión y de servicios financieros Barclays ha revelado un informe preocupante sobre Panamá. En términos generales, nos describe el bosque: protestas por la nueva ley de la Caja de Seguro Social (CSS), sus negativos efectos económicos y sociales; el disgusto que ha dejado la firma del Memorándum de Entendimiento con el Ejército de Estados Unidos y el acuerdo sobre peajes con el Canal de Panamá; los aranceles con los que Washington castiga la mercadería de países de Asia, usuarios de la ruta del Canal, y que el año pasado representaron el 48% del tráfico por la vía.
A ello le sumó que no hay contención del gasto gubernamental y que gastamos mucho más de lo que producimos. Y en ciernes, la reapertura de la mina, una pretensión debilitada por la precipitada pérdida de capital político del Gobierno, que conllevaría el riesgo de nuevas escaladas de protestas. Es un panorama nada fácil, que requiere de extraordinarias capacidades políticas que, francamente, no veo en la cúpula de esta Administración.
Es evidente que el Gobierno hace esfuerzos, como negociar en Bocas del Toro la reapertura de las fincas bananeras. Tal empeño vale la pena, muy a pesar de la actitud intransigente de una dirigencia sindical que no encuentra fórmulas menos comprometedoras que la huelga, poniendo en riesgo su casi única fuente de trabajo. Pero descalificar a la dirigencia porque es de izquierda, eso es reprochable. ¿Acaso es un delito ser la contraparte de la derecha? Lo que debe criticar el presidente es la radicalización, el extremismo, porque eso sí pone en peligro la estabilidad económica y social del país.
El propio presidente se ha declarado de derecha, lo cual tampoco tiene nada de malo, pero de extrema derecha sería otra historia. Basta recordar las atrocidades del régimen de Pinochet. De izquierda han sido y son muchos de los gobiernos democráticos de Europa, pero, repito, es el extremismo lo que hace peligroso a individuos o movimientos. Y mire lo bien que se pueden llevar izquierdistas y derechistas: Han sido dos presidentes de izquierda los que han recibido al derechista (y delincuente) Ricardo Martinelli: Primero Ortega (Nicaragua) y luego Petro (Colombia).
Mulino se refirió a la detención de un líder sindical en Chiriquí, buscado por supuesto lavado de activos y que, según el gobernante, no es el único, que hay más, que son una mafia. Puedo estar de acuerdo en aspectos de lo que dice si fuera más específico, pero no en todo cuando generaliza. Seguramente la generalización no le gustaría si se dijera que el gobierno de Ricardo Martinelli fue toda una mafia que nos robó hasta la forma de caminar. Y no le gustaría, pues el actual presidente perteneció a ese gobierno. Y aunque Mulino dice estar dispuesto a llevar a la justicia por lavado de activos a estos sujetos, no tuvo problemas en liberar a Martinelli, condenado en un juicio público tras comprobarse que lavó decenas de millones de dólares, sin contar las coimas por casi $180 millones bajo investigación en España –caso en el que el liberado está mencionado– o las coimas de Odebrecht.
La excusa de persecución política la podría usar, precisamente, ese líder sindical de Suntracs; luego podría meterse en una embajada y entonces reclamar un salvoconducto para irse. Lo mismo puede ocurrir con los ladrones del pasado gobierno. Usted, señor presidente, creó el precedente para reconocer como refugiados a personas acusadas de delitos comunes y no tengo duda de que la mafia política, llegado su momento, exigiría el mismo privilegio. Eso es lo que usted ha hecho, señor Mulino: convertir el lavado de activos en delito político.
No quiero cerrar sin mencionar el “regaño” al Embajador de Panamá en Colombia, Mario Boyd Galindo. Primero, me parece un desatino que el presidente nombre en el servicio exterior a sus amigos de “años y años”. Si ese es su criterio para que nos represente en el extranjero, jamás podrá evitar que esos “amigos del poder” cometan excesos, como el de esta “nana” oficiosa. Segundo, me parece de escaso escarmiento un regaño oral –ni siquiera escrito– y perdonar semejante “desliz”, en especial porque desconocemos su tono cuando regaña a sus amigos “de años y años”. Si con todo lo que hizo contra su gobierno el amigo Ricardo y el presidente lo premia salvándole el pellejo de 10 años de prisión –burlándose ambos de la justicia– nada cuesta imaginar cómo fue el tal “regaño” a su amigo el embajador.