A finales del siglo XIX, el papa León XIII se enfrentó a uno de los mayores desafíos de su tiempo: la fragmentación social provocada por la Revolución Industrial. El capitalismo desenfrenado, con su explotación laboral, miseria urbana y desigualdad extrema, amenazaba con desencadenar una violenta lucha de clases, tal como lo preveía el marxismo. En respuesta, León XIII publicó en 1891 la encíclica Rerum Novarum, sentando las bases de la Doctrina Social de la Iglesia. En ella defendió los derechos de los trabajadores, la justa distribución de la riqueza, el salario digno y la armonía entre capital y trabajo, rechazando tanto el socialismo ateo como el liberalismo individualista.
Hoy, al asumir el nombre de León XIV, el nuevo pontífice manifiesta su compromiso de retomar el legado de su predecesor homónimo en un contexto igualmente crítico. El mundo enfrenta una nueva versión de exclusiones: economías globalizadas que concentran la riqueza en pocas manos, sistemas políticos crecientemente autoritarios, xenofobia, racismos resurgentes, nacionalismos agresivos y una crisis ambiental sin precedentes. Ante esto, León XIV se declara dispuesto a renovar la justicia social desde los principios evangélicos, adaptándolos a los desafíos del siglo XXI.
Si León XIII advirtió sobre los peligros del capitalismo industrial, León XIV enfrenta un sistema aún más complejo: el capitalismo financiero, donde el valor del trabajo humano es desplazado por la especulación, y donde la brecha entre ricos y pobres alcanza niveles históricos. A esto se suman fenómenos como la migración forzada, la discriminación por etnia, género o religión, y el resurgimiento de ideologías que dividen a la humanidad entre “superiores” e “inferiores”.
Además, el deterioro ambiental —producto de un modelo extractivista y consumista— amenaza la vida misma, especialmente la de los más pobres. La Doctrina Social de la Iglesia no puede permanecer ajena a esta realidad.
León XIV, siguiendo el ejemplo de León XIII y, sobre todo, el legado de su antecesor inmediato, Francisco, deberá proponer una visión integral que combine caridad y justicia en un humanismo cristiano renovado. Esto implica:
Una economía al servicio del ser humano, no del lucro: Retomar el principio de que la economía debe estar subordinada al bien común, regulando los excesos del mercado sin caer en estatismos opresores, mediante la promoción de empresas cooperativas con responsabilidad social, inclusión económica, comercio justo y protección social efectiva.
Lucha contra toda forma de discriminación: La Iglesia no puede ser neutral ante el racismo, la xenofobia, la persecución de los migrantes o la marginación de minorías. El mensaje cristiano exige reconocer la dignidad de todo ser humano, sin exclusiones.
Ecología integral: Como planteó Francisco en Laudato Si’, el cuidado de la Casa Común es un imperativo moral. León XIV debe insistir en que la explotación irracional de los recursos es un pecado contra Dios y contra las futuras generaciones.
Paz verdadera: En un mundo marcado por guerras, militarismo y tráfico de armas, la Iglesia debe denunciar a los poderes que se enriquecen con el sufrimiento ajeno y promover el diálogo entre naciones.
Al tomar el nombre de León XIV, el nuevo papa reivindica la tradición de un pontificado que supo responder a su tiempo con valentía. Así como León XIII evitó que los trabajadores perdieran la fe en la Iglesia al darles un lugar en su doctrina, hoy León XIV está llamado a ser voz de los excluidos por el sistema actual.
La justicia social del siglo XXI no puede limitarse a lo económico; debe integrar la lucha contra la discriminación, la defensa de una democracia auténtica y la protección de la Creación. Solo así la Iglesia podrá seguir siendo, como en tiempos de León XIII, un faro de esperanza en medio de las tormentas de la historia.
El autor es médico salubrista.