Mientras el mundo avanza a pasos agigantados en la transformación educativa, Panamá parece seguir detenido en un sistema que no responde a los retos del presente, mucho menos a los del futuro. La noticia de que China implementará, a partir de septiembre de 2025, la enseñanza obligatoria de Inteligencia Artificial desde los 6 años de edad debería encender todas nuestras alarmas. En un contexto donde la IA redefine industrias enteras, China está formando desde temprano a las futuras generaciones para ser líderes en esta nueva era.
Sin embargo, no todos los modelos educativos apuntan hacia una hiperconexión temprana. Finlandia, uno de los países con mejor desempeño educativo del mundo, apuesta por que los niños pequeños se desconecten más de las pantallas en sus primeros años. La filosofía finlandesa es simple pero poderosa: desarrollar habilidades de pensamiento crítico, creatividad y colaboración a través de experiencias vivenciales, sin renunciar al aprendizaje de tecnologías avanzadas en etapas más apropiadas.
Estos dos enfoques, aunque opuestos en la forma, comparten un mismo fondo: ambos países entienden que el futuro depende de preparar a sus ciudadanos desde la infancia para un mundo donde la tecnología y la innovación no serán opcionales, sino esenciales.
¿Y Panamá? ¿Dónde queda nuestro país en esta conversación urgente?
Lamentablemente, la realidad panameña dista mucho de esos modelos. Nuestro sistema educativo sigue arrastrando problemas estructurales: programas desactualizados, baja inversión en formación docente, escasa infraestructura tecnológica y una desconexión preocupante entre lo que se enseña en las aulas y lo que realmente necesita el mercado laboral. Mientras el mundo habla de programación, pensamiento computacional, ética de datos y habilidades de IA, nuestros estudiantes muchas veces no cuentan ni siquiera con acceso confiable a internet o a una computadora.
Panamá no puede seguir educando para el siglo XX en pleno siglo XXI. No se trata de copiar a ciegas el modelo chino ni de replicar exactamente el enfoque finlandés. Se trata de entender que el recurso humano es nuestro mayor activo y que una educación de calidad, actualizada y accesible para todos es la única vía para competir en la economía digital global.
¿Queremos ser simples consumidores de tecnología desarrollada afuera o queremos ser creadores, innovadores y líderes de nuestra propia transformación?
Para lograrlo, necesitamos una estrategia nacional que:
Introduzca el pensamiento computacional, la ética digital y la inteligencia artificial en el currículo desde edades tempranas, sin perder de vista el desarrollo emocional, creativo y social de los niños.
Forme y capacite a nuestros docentes en nuevas metodologías, tecnologías emergentes y pedagogías innovadoras.
Invierta de manera sostenida en infraestructura tecnológica para que el acceso no sea un privilegio, sino un derecho.
Promueva alianzas público-privadas que conecten el mundo educativo con las necesidades reales del sector productivo.
Fomente una cultura de innovación que premie la creatividad, el emprendimiento y el aprendizaje continuo.
Panamá tiene la oportunidad de saltar etapas y convertirse en un hub de talento digital en la región. Pero para eso, necesitamos decisiones valientes hoy, no lamentos mañana.
La Inteligencia Artificial no esperará a que resolvamos nuestros problemas históricos. El futuro ya llegó.La pregunta es: ¿queremos ser parte de él o quedarnos viendo cómo pasa frente a nuestros ojos?
El autor es especialista en Inteligencia Artificial.