Muchas personas defienden la millonaria compra de laptops que hará el gobierno, con la esperanza de que estos dispositivos resolverán el problema de aprendizaje de los estudiantes. Sin embargo, una laptop es una herramienta de estudio, un medio de trabajo; no una varita mágica. No me considero un tecnófobo ni me opongo a que los estudiantes tengan una computadora personal. No obstante, sin una estrategia pedagógica, auguro que esta adquisición será el error más costoso en la historia de la educación panameña.
Demetrio Fábrega, quien realizaba una investigación sobre la lectura y la escritura, llegó a advertir: “…las masas irracionales, y la barbarie sin freno, pueden ser el futuro que espera a nuestro país sólo porque, en los tres primeros años de la escuela primaria, a los niños no se les enseña a leer y a escribir, y salen de la escuela sin comprender lo que leen y lo que dicen”. Esta cita resume el problema medular de la enseñanza en Panamá.
Si bien es cierto que existen diversos temas estructurales que afectan directamente el aprendizaje, como la brecha digital y social, el problema central de la educación nacional no se remedia con computadoras. La realidad es que los estudiantes no saben comprender lo que leen (en el caso de quienes saben leer), no saben escribir y no saben hablar. Este es el verdadero epicentro de la tormenta.
Fábrega estudió los hallazgos de varias investigaciones científicas, entre ellas las de Stanislas Dehaene, neurocientífico cognitivo francés que ha contribuido significativamente a entender cómo el cerebro procesa los números, la lectura y el pensamiento, y cómo estos conocimientos pueden aplicarse a la educación. También analizó el trabajo de Kuniyoshi Sakai, neurocientífico y profesor de la Universidad de Tokio, conocido por sus estudios en neurociencia cognitiva, especialmente sobre la adquisición del lenguaje.
Ambos expertos coinciden en que la lectura y la escritura en papel activan el cerebro de manera más profunda y beneficiosa para el aprendizaje y la memoria que el uso de dispositivos electrónicos. Sus hallazgos se complementan al explicar los mecanismos cerebrales que sustentan esta superioridad del formato analógico.
Dehaene demostró que la escritura a mano activa un circuito neuronal único. La coordinación motora fina y la variabilidad en la forma de las letras al escribirlas manualmente fortalecen las conexiones neuronales que reconocen las formas escritas, a diferencia del movimiento repetitivo y uniforme del teclado. El trazo manual es fundamental para anclar la forma visual de las letras en el cerebro.
Por su parte, las investigaciones de Kuniyoshi Sakai sugieren que la lectura y la toma de apuntes en papel activan el cerebro con mayor intensidad que cuando se utilizan dispositivos electrónicos. El uso del papel permite una mejor retención de información y un recuerdo más duradero, ya que el cerebro asocia los contenidos con detalles espaciales y táctiles únicos.
Tanto Sakai como Dehaene coinciden en que, si bien la digitalización ha transformado la lectura y la escritura, los métodos tradicionales, como la escritura manual y la lectura en papel, ofrecen beneficios cognitivos superiores en términos de retención, comprensión y activación cerebral. Ambos destacan que, aunque la tecnología tiene sus ventajas, no debe reemplazar por completo estas prácticas, especialmente en las etapas formativas.
Estos neurocientíficos aportan evidencia concreta y consistente para explicar por qué el papel, es decir, el libro, favorece la memoria y el aprendizaje profundo. Mientras Sakai se enfoca en los beneficios de la escritura manual para la retención, Dehaene explica cómo el cerebro está biológicamente predispuesto para procesar la lectura de una manera que la escritura a mano refuerza.
Los hallazgos de estos científicos tienen implicaciones importantes que las autoridades educativas panameñas deberían considerar. Sugieren que, aunque la tecnología tiene su lugar, la integración del papel y la escritura manual sigue siendo crucial para el desarrollo cognitivo, especialmente en niños y estudiantes que necesitan consolidar el conocimiento de forma duradera. En pocas palabras, debemos leer y escribir más. Es necesario fortalecer las bibliotecas escolares y contar con un plan escolar de lectura, escritura y oralidad.
Ambos investigadores advierten sobre las desventajas cognitivas de la excesiva dependencia de los dispositivos electrónicos, en especial para tareas que requieren una concentración sostenida y un procesamiento profundo de la información, como la lectura de textos complejos.
Recientemente, otorgaron el Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades al filósofo coreano Byung Chul Han, quien en su discurso analizó, entre otros problemas, los riesgos de la digitalización y la inteligencia artificial, destacando cómo pueden esclavizar a las personas bajo una falsa idea de progreso.
Quizás allí radique el problema: en la idea de progreso que tenemos. Tal vez, como sugiere Sakai, si reconocemos la utilidad de cada medio en su contexto —el papel es superior para la memorización y el pensamiento, mientras el formato digital puede ser conveniente para una lectura informal—, corresponderá a docentes y familias decidir el camino a seguir en el futuro.
El autor es escritor.


