A medida que aumenta el descontento social en las calles de Panamá —ya sea por las reformas a la Caja de Seguro Social, el acuerdo de entendimiento entre Panamá y Estados Unidos o la posible reactivación de la mina de cobre— surge una pregunta inevitable: ¿cómo se expresa usualmente este descontento en Panamá?
La respuesta más común: cerrando calles. Particularmente la vía Interamericana y ciertos puntos clave de la ciudad de Panamá. En otras palabras, se impide el paso a todos durante largos periodos de tiempo.
La siguiente pregunta es clave: ¿Estos cierres nos afectan? La respuesta corta es sí. Afectan más a unos que a otros, pero nos afectan a todos.
Pensemos en el siguiente ejemplo hipotético:Supongamos que existe un restaurante de hamburguesas llamado Pritty Burger que te encanta. Cada hamburguesa cuesta 13 dólares. El restaurante emplea a cinco personas y tiene un local cómodo. Hasta ahora, todo marcha bien.
Pero comienzan los cierres de calles. La gente no puede llegar al restaurante o prefiere no salir de casa por seguridad. Naturalmente, las ventas bajan. Algunos dirán: “Un par de días no le van a afectar”. Pero… ¿y si esos días se convierten en diez? ¿Diríamos lo mismo?
Aquí empieza el efecto dominó: el proveedor de lechugas no puede llegar a la ciudad, así que Pritty Burger no tiene cómo reponer sus insumos. Al escasear la lechuga que queda en la ciudad, esta se encarece. Quien pague más, la consigue.
Ahora el restaurante gana menos por cada hamburguesa y vende menos también.Después, el distribuidor de carne informa que no puede entregar a tiempo, o simplemente no puede llegar. Resultado: durante dos de esos diez días, no se vende ni una sola hamburguesa por falta de carne.
Y no termina ahí. El distribuidor de lechugas no solo abastecía a Pritty Burger, sino a varios restaurantes más. La pérdida no es solo una venta: es una cadena de pérdidas. Producto que se daña, ingresos que no entran, descuadres en las cuentas que se deben reponer de las reservas del negocio, del bolsillo del empresario… o con deuda.
Porque en economía todo está conectado: lo que tú consumes es la venta de otra persona. Esa venta paga su salario. Y así se mueve la economía.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC, 2022), el 68.7% de las empresas en Panamá son microempresas; el 20.7%, pequeñas; el 5%, medianas; y solo el 5.6%, grandes. En resumen, el 89.4% de las empresas del país son micro o pequeñas.
Según la Autoridad de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Ampyme) y el Centro Nacional de Competitividad (CNC), entre 2010 y 2019 una microempresa facturó, en promedio, 25,859.70 dólares anuales (unos 2,155 mensuales o 75 diarios). Una pequeña empresa, 369,558.10 dólares anuales (30,797 mensuales o 2,566 diarios).
Para ser microempresa se debe tener hasta 10 empleados; para ser pequeña, entre 11 y 49.
A simple vista, los ingresos mensuales pueden parecer altos, pero de ahí salen todos los gastos: planilla, luz, agua, alquiler, internet, insumos, impuestos municipales… y los salarios.
En el caso de Pritty Burger, se necesitan vender al menos seis hamburguesas diarias solo para cubrir gastos básicos. Ahora imagina diez días sin ventas. Ese es el impacto real.
Por eso, cuando se ejerce el derecho a la protesta, es esencial hacerlo sin afectar los derechos de los demás. Los datos lo dejan claro: los cierres de calle nos afectan a todos, y golpean con mayor fuerza a quienes representan el 89.4% del tejido empresarial panameño y, por extensión, a sus trabajadores.
El autor es analista económico y amigo de la Fundación Libertad.