Este felino ve oportunidades donde otros solo ven desecho; donde él ve el inicio, otros ven el fin. Cada gramo de basura puede transformarse en valor si se organiza.
Más que limpiar: convierte el problema en recurso, el desecho en oportunidad, la indiferencia en movimiento. Sueña con un Panamá donde los residuos generen empleo y energía. No espera milagros: empieza por lo básico y nos recuerda que el cambio comienza en casa. Porque limpiar no es castigo, es conciencia.
Sabe que nada cambiará si la gente no modifica sus hábitos. Por eso trabaja con su pandilla generadora de cambio visible: baja las ideas a la tierra y las ejecuta.
Siente tristeza y coraje cuando ve basura en playas, ríos, parques o carreteras: lugares que deberían ser orgullo nacional convertidos en vertederos improvisados. Esto no solo contamina, también destruye nuestra imagen. Cuando un turista ve una playa cubierta de plástico, no culpa al gobierno: nos culpa a todos. Y tiene razón. Esa suciedad no es solo ambiental, es cultural.
Da asco ver cómo algunos pueden vivir entre basura: junto a casas, desagües llenos, hasta en árboles. Esta costumbre enferma más que el olor: se sufre. Enfermedades, hogares tristes y vertederos colapsados. Algunos limpian sin descanso; otros no ponen de su parte y tiran todo a la calle.
El BID estima que el 90% de los latinoamericanos tiene recolección de basura, pero solo el 55% de los desechos termina en lugares adecuados. Estudios de la OMS confirman que en hogares con recolección irregular aumentan los casos de diarrea infantil, además de la proliferación de mosquitos, ratas y bacterias. Lo que tiras hoy regresa a dañar tu hogar mañana.
La gestión de la basura es más que un asunto ambiental: también nos cuesta, y es prioridad nacional. Al ensuciar, otro limpia, y eso sale del bolsillo común. “Que alguien lo recoja, para eso pagamos impuestos”, oyó una vez. Pero ningún impuesto aguanta tanta irresponsabilidad. Lo orgánico se descompone; lo inorgánico se acumula y permanece.
El Gato Reutilizador deja claro: no basta con recolectar o reciclar. Necesitamos cambiar la forma en que vivimos. Separar lo orgánico (comida, restos, líquidos) de lo inorgánico (plástico, cartón, latas) debe ser hábito y política pública. Ideas de bajo costo, como cartuchos de colores distintos y rutas de recolección separadas, ayudan a evitar olores, plagas y enfermedades. Separar es más que reciclar: es salud pública. Una ciudad limpia no es la que más recoge, sino la que menos ensucia.
Otros lograron lo que aquí parece imposible. En Singapur, la limpieza es ley, hábito y orgullo: educación infantil, multas altísimas o trabajo comunitario para quien ensucia, con un chaleco distintivo para identificar al infractor. La basura se separa; lo no reciclable se incinera para generar electricidad, y las cenizas recuperan islas hoy convertidas en reservas naturales. No hay improvisación: hay transformación. Su mayor logro fue cultural: tirar es una vergüenza. La limpieza es una responsabilidad compartida, y su lema sigue vigente: “Una ciudad limpia no se impone, se educa.”
Observa y adapta: no hace falta copiar, basta aprender. En los negocios, la limpieza vende. Las ciudades limpias atraen inversión, turismo y confianza. Donde hay basura, el turista no vuelve; donde hay orden, se queda e invierte. La limpieza no solo es salud, también negocio, productividad y orgullo. Cuando una comunidad se organiza y cuida su entorno, gana prosperidad. La pesca mejora, el turismo crece y la economía se activa. Es un ciclo de valor que empieza con una simple bolsa bien puesta en su lugar.
En América Latina solo se recicla el 4% de los residuos; Panamá ronda entre el 2% y el 5%, mientras Austria, líder mundial, supera el 55%. La diferencia no está en los recursos, sino en los hábitos. “No necesitamos más camiones, sino más conciencia”, insiste.
Y no hace falta buscar ideas muy lejos. En Brasil, el proyecto Guardianes del Mar demostró que limpiando y no ensuciando todos ganan: volvió el turismo, mejoró la pesca y creció la comunidad. Ese es el círculo virtuoso que él quiere para Panamá: donde cuidar y limpiar se convierten en prosperidad.
Porque donde otros ven basura, él ve respeto. Reutiliza, enseña y limpia con orgullo — aspiremos a un mejor futuro.
El autor es ciudadano.


