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El silencio de Panamá

Panamá está mudo en el exterior. Las mentiras que el presidente de Estados Unidos dice no están siendo desmentidas. Tenemos un pocotón de grandes “comunicadores” incapaces de llevar la verdad de nuestro país al exterior: nadie tiene colegas en otros países que les den espacios para hablar de nuestra causa, o simplemente no quieren (o no saben) hacerlo.

No olvidemos que un título no convierte a nadie en profesional óptimo de lo que ha estudiado: hay licenciados en periodismo, pero pocos periodistas; o licenciados en magisterio, pero pocos maestros, y así todas las profesiones. Hay, incluso, a quien votan para la Presidencia, pero no son presidentes. Es una lástima que, entre el inquilino de Las Garzas y los comunicadores del patio, se haya orquestado, sin querer queriendo, un silencio que sorprende.

El rofeo presidencial de la pasada rueda de prensa a todos los medios no ayuda; decir que no necesita compañeros de viaje, menos, pero, sumado todo, parece que nadie quiere salir movido en la foto, y se hace patente lo que se viene observando desde hace años: nos hemos comido el cuento de país, patria y patrimonio a fuerza de olvidar lo que nos vincula; creímos poder sobrevivir sin tener una mirada lúcida sobre quiénes somos.

Hay que asaltar el relato en todas partes del mundo. Funcionó al dictador con su causa sobre el Canal en los setenta, y funcionará a la democracia para defender la misma causa, que siempre ha sido justa. Pero necesitamos cómplices. A falta de voces que de verdad quieran argumentar a nuestro favor, toca llamar a todas las puertas posibles, a ver si contestan.

¿Será que nadie puede defendernos, ni el Chapulín, o que no conviene defendernos porque quedaríamos muy expuestos? Lo cierto es que esta coyuntura debe servirnos para volver a recordar el discurso de nuestra justa causa. Nos llevan semanas de ventaja, y cada minuto que pasa, los del norte parecen tener la razón de su lado.

El autor es escritor.


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