¿Es posible una tercera guerra mundial?

A mi juicio, no desde la crisis de los misiles en Cuba en octubre de 1962, o la caída del Muro de Berlín y el supuesto fin de la Guerra Fría, el mundo ha venido preparándose, acaso sin querer, para soltar los perros de la guerra. Hay regiones que ya están en crisis, desde donde podrían arrastrar a otras.

Distingo cuatro escenarios explosivos, sin que el orden implique prioridad. El primero es el conflicto árabe-israelí, con la peligrosa complicidad de Irán del lado palestino. Además de tratarse de una disputa territorial —donde la posición palestina es cada vez más extrema y maximalista—, representa también un choque ideológico. Israel, por más que lo intente, no puede acabar del todo con Hamás en Gaza, porque el movimiento representa una idea. Lo que sí puede hacer es neutralizarlo y convertirlo en un grupo árabe más, como la Hermandad Musulmana, asegurándose de que no vuelva a ocurrir otro ataque como el del 7 de octubre de 2023. Además, Israel no puede permitir que Irán se convierta en una potencia nuclear, pues esto implicaría una amenaza existencial para el Estado judío.

La segunda región es Asia-Pacífico, o más específicamente la rivalidad entre dos superpotencias: China y Estados Unidos. Es cierto que ahora se ha declarado una tregua en la escalada arancelaria, pero el conflicto es mucho más profundo: el dragón chino es una potencia ascendente que amenaza con arrebatarle la primacía global al dominio norteamericano. Y no hay que olvidar a Taiwán, territorio al que Estados Unidos ha otorgado ciertas garantías. Profetizo que China no descansará hasta recuperar lo que ellos llaman “la provincia rebelde”.

La guerra entre Rusia y Ucrania puede convertirse en un conflicto continental. Si algo debe aprenderse de las pasadas guerras mundiales es que no se puede recompensar al agresor, y mucho menos otorgándole territorios. Ucrania representa los valores de Europa occidental, y una derrota allí solo serviría para abrir más el apetito del oso ruso.

Tampoco se debe olvidar la disputa por la región de Cachemira, que confronta a India y Pakistán desde la partición territorial de 1947. India es cada vez más poderosa: su producto interno bruto es ocho veces mayor que el de Pakistán, país que está prácticamente en bancarrota. La semana pasada, el FMI tuvo que extenderle un préstamo urgente de un billón de dólares. Ambas naciones poseen armas nucleares. La tregua declarada por Estados Unidos no es más que eso: una tregua. Pakistán se siente victorioso, India humillada. Pronto estallará otro conflicto, y esta vez será una guerra declarada.

Otras disputas, como la de los kurdos con Turquía o la guerra civil en Sudán, no arrastran el mismo peligro global. Las guerras mundiales rara vez empiezan simultáneamente: se van sumando países, alianzas, objetivos comunes. Alemania atacó a Polonia el 1 de septiembre de 1939, nación a la que Francia y Gran Bretaña habían otorgado garantías. El Imperio japonés atacó Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, el famoso día que, según el presidente Roosevelt, “vivirá en la infamia”.

¿Cómo evitar otra guerra? Tal vez siguiendo el principio romano: si vis pacem, para bellum. Es decir: si quieres paz, prepárate para la guerra.

El autor es internacionalista.


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