En los últimos meses, muchos padres han llegado a mi consulta con la misma pregunta: “Doctora, ¿es cierto que el flúor en la pasta dental es tóxico? ¿Debería cambiarme a una pasta con hidroxiapatita?”.
Entiendo la preocupación. Todos queremos lo mejor para nuestros hijos. Pero cuando la información llega mezclada entre mitos, discursos atractivos en redes sociales y afirmaciones sin sustento, se vuelve muy difícil saber en qué creer.
Vamos paso a paso. El flúor es un mineral que se ha utilizado durante décadas en pastas dentales, tanto infantiles como para adultos. Su principal función es fortalecer el esmalte dental y prevenir las caries. Es, de hecho, uno de los avances más importantes en salud pública del siglo XX. Numerosos estudios científicos han demostrado que las pastas dentales con flúor reducen significativamente la aparición de caries, especialmente en niños. Y sí, cuando se usa en las cantidades adecuadas —como cepillarse con una porción del tamaño de un grano de arroz en niños pequeños—, es completamente seguro.
Entonces, ¿de dónde surge el miedo al flúor? En gran parte, de la confusión entre dos formas distintas de exposición: una cosa es usarlo de manera controlada en la pasta dental; otra, muy distinta, es una exposición excesiva o accidental (como tomar suplementos de flúor sin indicación médica). Como todo en medicina, el problema no es el uso responsable, sino el exceso.
Por otro lado, la hidroxiapatita es una sustancia presente de forma natural en nuestros dientes y huesos. Las pastas dentales que la contienen prometen remineralizar el esmalte y presentarse como una alternativa “más natural” al flúor. Aunque los estudios preliminares son prometedores, la evidencia científica actual aún es limitada. No hay suficientes ensayos clínicos comparativos, bien diseñados y a largo plazo, que demuestren que la hidroxiapatita sea igual o más efectiva que el flúor en la prevención de caries en niños.
Y este es el punto clave: la medicina basada en evidencia no se construye sobre promesas o intuiciones, sino sobre estudios rigurosos, revisiones sistemáticas y resultados reproducibles. El flúor cuenta con todo eso. La hidroxiapatita, todavía no.
Como pediatra, comprendo el deseo de muchos padres de buscar productos “más naturales”, “sin químicos” o “con menos riesgos”. Pero también sé que, en ese intento, muchas veces terminamos exponiendo a nuestros hijos a un peligro mayor: el de desarrollar caries severas, dolorosas y costosas de tratar, por haber abandonado una herramienta efectiva y segura como lo es el flúor.
Y ahora quiero hablar con total franqueza. Este no es un debate de opiniones. No se trata de “cada quien con lo suyo” o de “respetar todas las posturas”. Cuando un colega —por más amable, bien intencionado o sonriente que parezca en su cuenta de Instagram— difunde información que no está respaldada por la ciencia, solo está generando miedo y confusión. Especialmente cuando lo hace con frases como “yo no usaría flúor en mis hijos porque prefiero algo más natural”, sin aclarar que no existe suficiente evidencia para recomendar ese cambio.
Los padres tienen derecho a recibir información clara, veraz y basada en estudios científicos bien diseñados, no en videos virales o tendencias que priorizan los “likes” por encima de la salud infantil. Cuando se trata del bienestar de nuestros hijos, no hay espacio para la desinformación disfrazada de consejos amigables.
Así que, si te preguntas cuál pasta dental es mejor para tu hijo: elige una con la cantidad adecuada de flúor, adaptada a su edad. Y si tienes dudas, habla con tu pediatra o tu odontólogo, no con tu red social favorita. Porque en temas de salud, las decisiones deben tomarse con datos, no con filtros.
La autora es pedriata.