Hoy vivimos en Panamá dos momentos que marcarán nuestra historia: la aprobación de la nueva ley de la Caja de Seguro Social y el cierre de la mina Cobre Panamá. Aunque distintos en naturaleza, ambos procesos revelan una misma realidad: estamos tratando de sostener el país sobre bases frágiles, sin haber hecho una revisión profunda de nuestro modelo de desarrollo.
La reforma de la CSS responde a una urgencia real: un sistema de pensiones en crisis. Pero el remedio puede ser amargo si no se aplica con justicia y transparencia. ¿Aumentar la edad de jubilación? ¿Cargar aún más a quienes ya sostienen el sistema? Si no hay control efectivo del despilfarro ni castigo a la corrupción, ninguna reforma será suficiente.
Por otro lado, el cierre de la mina nos mostró lo que ocurre cuando se apuesta demasiado por una sola fuente. Es cierto que generó empleo y exportaciones, pero también dejó heridas profundas en nuestros ecosistemas y una dependencia peligrosa. Hoy hay miles de panameños sin trabajo, pero también ríos, bosques y suelos contaminados sin restaurar.
En ambos casos, la pregunta es la misma: ¿quién toma las decisiones y para quién? Lo más grave es la desconexión entre lo que se decide arriba y lo que se sufre abajo. Las reformas se imponen sin diálogo real; los contratos se firman sin consenso ciudadano, y el pueblo carga con las consecuencias mientras unos pocos recogen los beneficios.
Panamá está en una encrucijada. Podemos seguir improvisando, parchando, apagando fuegos… o podemos detenernos, escuchar de verdad, respetar nuestros recursos y planificar un futuro digno, justo y sostenible.
Esto no es un llamado al conflicto, sino a la conciencia. Ya no podemos darnos el lujo de vivir de la renta fácil ni de decisiones cortoplacistas. Es hora de construir sobre principios, no solo sobre cálculos.
Y tú, ¿qué Panamá quieres dejar a quienes vienen detrás?
El autor es comerciante.