Tras dos meses de caos, Bocas del Toro intenta levantarse sobre las cenizas del vandalismo, la represión y la desesperanza. La provincia perdió su mayor fuente de empleo, el turismo quedó devastado, el comercio destruido, y productos esenciales —como el banano y el cacao— no pudieron exportarse. Se suspendieron garantías constitucionales por diez días, las comunicaciones fueron bloqueadas, y los líderes del sindicato bananero terminaron detenidos.
Ahora, 64 personas enfrentan detención preventiva por actos vandálicos. Pero lo más doloroso es constatar que los verdaderos responsables siguen intactos. Los caciques políticos que dominan la zona como señores feudales, y los grupos criminales que financiaron y promovieron la violencia, no han sido tocados. Ni una acusación. Ni una audiencia.
Mientras la justicia solo alcance a los peones y no a quienes siembran el conflicto desde las alturas, Bocas seguirá atrapada en un ciclo perverso de pobreza, manipulación y violencia. Urge una investigación profunda que llegue hasta los verdaderos autores intelectuales. Y si la justicia no los alcanza, que lo hagan los votos. Bocas merece otra historia.