Este 1 de mayo nos encuentra cruzando un umbral incierto. Mientras las calles se llenan de consignas por justicia social y mejores condiciones laborales, en otras latitudes el trabajo cambia de forma: algoritmos redactan textos, diseñan estrategias, diagnostican enfermedades y conducen vehículos. ¿Qué significa trabajar en una época donde la inteligencia artificial redefine lo humano?
El trabajo no es solo un medio para subsistir. Es, desde siempre, una fuente de dignidad, identidad y pertenencia. Pero esa dignidad se ve amenazada cuando el empleo es precario, informal o frágil ante los vaivenes de decisiones políticas o tecnológicas. Y en un país donde más del 50% de la fuerza laboral sobrevive en la informalidad, llama la atención que quienes hoy paralizan escuelas y obras —docentes y trabajadores de la construcción— estén justamente entre los pocos sectores con contratos colectivos, estabilidad y acceso a la seguridad social. ¿De qué justicia hablamos si no vemos al resto?
Pensar el trabajo del futuro implica también mirar con honestidad nuestras contradicciones presentes. La inteligencia artificial plantea un reto ético y estructural: puede ser aliada o amenaza, dependiendo de las decisiones que tomemos hoy. El progreso no puede medirse por cuántas tareas automatizamos, sino por cuánta dignidad conservamos en el proceso. Que este Día del Trabajador no se quede en marchas o discursos. Que sirva para preguntarnos: ¿qué trabajo queremos para nosotros, nuestros hijos y nuestras sociedades?