Nuestra relación con los Estados Unidos ha cambiado drásticamente desde que Donald Trump volvió al poder. Si bien siguen y seguirán siendo nuestro principal socio comercial y el mayor usuario del Canal de Panamá, la confianza en la relación bilateral ya no puede darse por sentada.
El nuevo tono de Washington, marcado por amenazas explícitas y una retórica agresiva, nos obliga a repensar dinámicas que antes parecían inmutables: el intercambio de información, los convenios de seguridad y la presencia de militares en nuestro país deben ser evaluados con nuevos ojos. No se trata de entrar en conflicto con ellos, sino de exigir respeto y limitar espacios de participación que podrían ser utilizados en nuestra contra si la situación escala.
Panamá debe actuar con inteligencia y firmeza, reforzando su soberanía y diversificando sus relaciones estratégicas. La historia nos enseña que la confianza ciega en cualquier potencia es un lujo que no podemos permitirnos.