El canciller Javier Martínez-Acha finalmente rompió el silencio tras varios días de cuestionamientos por la forma en que se está manejando la política exterior del país. Pero lejos de abrir la puerta al diálogo o de ofrecer explicaciones claras, eligió un tono desafiante, sin autocrítica y con descalificaciones hacia quienes han planteado preocupaciones legítimas.
Sorprendentemente, el comunicado ni siquiera menciona la frase omitida sobre la soberanía panameña en la versión en inglés de la declaración conjunta firmada con el Departamento de Defensa de los Estados Unidos de América, que fue el detonante del debate. A eso se suma la ausencia —hasta la fecha— de una versión pública en inglés del memorándum de entendimiento firmado por el secretario de Defensa de EUA y el ministro de Seguridad panameño, lo que alimenta la percepción de opacidad en acuerdos que deben ser transparentes por su implicación en temas de soberanía y defensa.
El texto también ha generado críticas por su forma: contiene errores ortográficos y reproduce —sin atribución— formulaciones casi idénticas a las del artículo publicado días antes por el exviceministro Carlos Ruiz-Hernández. La similitud no es menor, pues plantea dudas sobre la autenticidad del pronunciamiento del canciller y si verdaderamente representa su liderazgo.
La política exterior de un país no se defiende con soberbia ni con comunicados diseñados para cerrar el debate. Se fortalece con transparencia, institucionalidad y coherencia. Hoy más que nunca, Panamá necesita una Cancillería que escuche, que dé la cara y que represente con claridad los intereses del país.