La salida de Panamá de la lista de alto riesgo para el blanqueo de capitales y financiamiento del terrorismo de la Unión Europea representa un logro importante. Más allá de los efectos prácticos —como facilitar el acceso a inversión extranjera y reducir barreras regulatorias—, el mayor valor de este avance radica en su impacto sobre la reputación del país.
No se trata solo de cumplir requisitos internacionales para complacer a terceros. Lo esencial es que las reformas adoptadas fortalezcan nuestras propias instituciones, afiancen la confianza ciudadana y sirvan como base de una economía más transparente y competitiva.
Durante años, el país avanzó a trompicones, no por falta de capacidad técnica, sino porque muchas veces faltó convicción para hacer las cosas bien por principios propios. Esta experiencia demuestra que actuar con coherencia y rigor tiene resultados.
Salir de la lista es un paso. Lo que sigue es mantenernos fuera con un sistema sólido, que funcione no por presión externa, sino porque lo exige el bien común.