José Raúl Mulino entró a la historia por las puertas delanteras, pero saldrá por la más pequeña y miserable puerta trasera que exista. Su gobierno, a través del Ministerio de Seguridad, ha firmado un Memorándum de Entendimiento con la Secretaría de Defensa de Estados Unidos que no solo es una vergüenza, sino que es mucho peor que aquel que firmó el gobierno de Ricardo Martinelli con Italia y que el propio Mulino ejecutaría con empresas italianas de pésima recordación y que lo metieron en tantos líos.
Para empezar, la negociación de este memorándum no se hizo en un día. Tomó sus buenos meses, no solo su redacción –que presumo se hizo en alguna oficina del Pentágono y remitido acá para su obligatoria firma–, sino que hubo que visitar los sitios que elegirían los militares gringos, que incluyen acceso completo al aeropuerto internacional Panamá Pacífico y dos hangares; un muelle en la base naval Vasco Núñez de Balboa –frente al puerto de Balboa, bajo control de Hutchison– y acceso a un respetable número de hectáreas de bosques adyacentes a la base, así como edificios e instalaciones en la base aeronaval Cristóbal Colón, como un aeródromo, un polígono de tiro y una rampa con acceso al mar. Es decir, su presencia militar concentrada en los extremos del Canal, tanto en Panamá como en Colón.
Evidentemente, todo eso no solo será para entrenamiento. Y, por cierto, no hay una sola palabra que evite el uso del uniforme militar fuera de esas instalaciones, así que acostumbrémonos a verlos circular uniformados, como gringo por su casa. Pero lo grave es todo lo que permite este documento, firmado por Frank Ábrego, con la aquiescencia de Mulino, a quienes Trump debería darle gratis una de sus codiciadas tarjetas doradas de residencia o una green card, en agradecimiento por sus desinteresados servicios al Gobierno y pueblo de Estados Unidos.
El memorándum no solo permite la presencia de militares, sino de contratistas. ¿Por qué se necesitan contratistas militares para impartir entrenamiento, realizar actividades humanitarias, llevar a cabo ejercicios o visitas? Pura palabrería sinsentido, porque en esta misma frase se establece que en las ubicaciones autorizadas, las instalaciones y áreas designadas en Panamá para ellos se pueden hacer “cualesquiera actividades de otro tipo”, según lo establezcan mutuamente las partes. Y como estos cobardes gobiernos no saben decir que no –como no lo hizo el Gobierno con este memorándum–, eso de “mutuo” consentimiento es solo basura semántica.
El uso de las instalaciones –para variar– es gratis. Garantizar la protección y seguridad del personal, los contratistas y la propiedad de Estados Unidos corre por cuenta del Ministerio de Seguridad, nada menos. Y no es todo: terminadas las obras o el memorándum, “todas las instalaciones y áreas designadas serán entregadas al Gobierno de la República de Panamá en el estado en que se encuentren, sin requerimiento de devolverlas a su condición preexistente”. Ojalá no dejen municiones vivas, porque habrá que limpiar todas esas zonas… y con nuestra plata.
Para entrenar a nuestros policías, resulta que el Memorándum establece que Estados Unidos podrá transportar, instalar y almacenar “armas, equipo pesado y materiales peligrosos de los Estados Unidos dentro del territorio de la República de Panamá”. Me gustaría saber cuál es el alcance de esas palabras, porque no parecen entrenamientos a agentes de policía. Parecen más bien ejercicios estrictamente militares, sin contar lo de almacenar armas y materiales peligrosos en nuestro territorio.
Dice también que el personal norteamericano tiene la intención –sí, solo la intención– de respetar las leyes medioambientales panameñas. Y claro que, en caso de un accidente grave con sus materiales peligrosos, lo importante es la intención, no el cumplimiento estricto de nuestra legislación ni tienen que devolver nada a su estado preexistente. Si el gobierno de Mulino estuvo de acuerdo con semejante abuso, no quiero pensar que le permitirán hacer a la mina ahora que quieren reabrir el foso ese que hicieron en Donoso.
Pero esto ya es el colmo: Toda diferencia entre las partes “a partir de la interpretación o ejecución del presente Memorando deberá solucionarse mediante consultas amistosas”. Esa es una deferencia que no tuvo Trump con Panamá, ¿pero nosotros sí debemos tenerla con ellos? Nada de arbitrajes ni tribunales ni mandarlos al diablo. Todo debe ser “amistoso”, como amistosa es la duración del memorándum: Tres añitos nada más… prorrogables cada tres años, hasta que Estados Unidos se aburra, porque, si bien cualquiera de las partes puede dar por terminado el Memorando en cualquier momento, ¿cuál será el valiente presidente panameño que le dirá no a Estados Unidos? Si al delincuente de Martinelli no saben decirle no, ¿qué esperanza hay de que le digan no al nuevo amo del mundo?