La tuberculosis (TB) sigue siendo una amenaza significativa para la salud pública mundial. En los últimos años, la aparición de cepas resistentes a los fármacos, como la TB multidrogoresistente (TB-MDR) y la extremadamente resistente (TB-XDR), ha complicado su tratamiento. En este contexto, el estudio y la monitorización de la farmacocinética de los medicamentos antituberculosos son esenciales para eliminar Mycobacterium tuberculosis y minimizar los efectos adversos y secuelas asociadas a los tratamientos prolongados.
La farmacocinética evalúa cómo un fármaco es absorbido, distribuido, metabolizado y eliminado por el cuerpo. Una exposición inadecuada —por dosis incorrectas, mala absorción, interacciones medicamentosas o características individuales del paciente— puede resultar en niveles subterapéuticos del medicamento. Esto no solo reduce la eficacia del tratamiento, sino que también favorece la aparición de resistencias, lo que limita las opciones terapéuticas y obliga al uso de fármacos más tóxicos y menos eficaces.
Medicamentos como la bedaquilina o el linezolid requieren concentraciones específicas para ser efectivos. En casos de mala absorción, como en pacientes con VIH o desnutrición, estas concentraciones pueden no alcanzarse, lo que permite la persistencia de la bacteria. Por el contrario, una sobreexposición puede causar toxicidad hepática, cardíaca o neurológica. Esta circunstancia resalta la importancia de personalizar las dosis y ajustar el tratamiento de manera individualizada.
Los tratamientos para la tuberculosis drogoresistente pueden extenderse por más de un año, generando efectos secundarios importantes como neuropatías, pérdida de audición, fatiga crónica o alteraciones psicológicas. Estas secuelas impactan directamente en la calidad de vida del paciente y aumentan los costos sociales y sanitarios. Por ello, no basta con curar la tuberculosis: también es necesario cuidar al paciente durante y después del tratamiento.
En este sentido, la monitorización terapéutica de fármacos es una herramienta clave para medir las concentraciones plasmáticas y ajustar las dosis. Técnicas como la cromatografía líquida permiten un análisis preciso, y el uso de matrices biológicas alternativas, como cuero cabelludo o sudor, facilita un seguimiento menos invasivo y más amigable para el paciente.
La autora es tecnóloga médica y técnica de laboratorio del Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología AIP, además de integrante de Ciencia en Panamá.