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Sábado Picante: Las hienas cenan en la Asamblea Nacional

Sábado Picante: Las hienas cenan en la Asamblea Nacional
Palacio Justo Arosemena, sede de la Asamblea Nacional. LP/Isaac Ortega

¿Cuándo será el día que los diputados dejarán de robarnos? Nos despojan de cada dólar sin remordimiento alguno, lo que los convierte en seres indeseables y repulsivos que, a pesar de que son unos perfectos pandilleros de saco y corbata, ahí están, gracias al voto de poblaciones carcomidas por la ignorancia, la necesidad o el juega vivo, condenando al resto del país a cargar con las miserias de una partida de buenos para nada, salvo para quitarnos hasta la dignidad.

Las planillas de los diputados en la Asamblea Nacional (AN) son la expresión más infame de cómo este gobierno –que nos prometió austeridad y un alto al despilfarro– permite que un puñado de facinerosos políticos conduzca el país a su seguro despeñadero. Y ojalá se redujera a la AN, pero lo mismo ocurre en las juntas comunales y en los municipios: el saqueo es el trabajo más importante de estos sátrapas.

Nos roban porque los funcionarios encargados del contrapeso miran hacia otro lado. Gerardo Solís, por ejemplo –el antiguo contralor– tenía el mismo ADN, el mismo abolengo que estas repugnantes criaturas. Criaturas, sí, porque hace tiempo dejaron su humanidad para darle paso a la bestialidad. El presidente lo sabe; los ministros lo saben y todos en este país lo sabemos. La pestilencia de su corrupción invade cada rincón de nuestro territorio, haciendo que la propia sociedad sea su fiel reflejo, un eco de su insaciable codicia.

Basta mirar la única planilla que publica en su sitio web la AN: la de los empleados permanentes. No incluye, obviamente, los nombramientos de sus planillas personales, que en algunos casos alcanzan cientos de miles de dólares al mes, como los de su majestad, Benicio Robinson, que asciende a más de $260 mil. O la de Marco Castillero, con $226 mil mensuales, o Jaime Vargas, con 166 mil al mes, o Crispiano Adames, con $125 mil mensuales, o la dama de las fiestas, Dana Castañeda, cuya planilla en la AN es de $120 mil mensuales, o Nelson Jackson, con $90 mil al mes. Y no olvidemos a Bolota Salazar: 80 mil mensuales.

Estos siete diputados tienen nombramientos que sobrepasan el millón de dólares al mes. ¿Y qué hace el resto del Gobierno? ¿Acaso el Ejecutivo espera que pensemos que nada de esto se hace allá? ¿Esperan que pensemos que el presidente no sabe del diario atraco que se comete en sus narices? Si lo permite, es porque el plato alcanza para todos.

La planilla del personal permanente en la AN es una vergüenza. Allá hay 150 conductores, como si no supieran manejar; más de 400 oficinistas; los ayudantes generales ascienden a 130; los trabajadores manuales, 70, y los mensajeros internos, más de 80. Hay empleados manuales con salarios superiores a los de un abogado: de hasta $2 mil 300.

Los diputados cuentan con decenas de asesores y asistentes legales nombrados de forma permanente, lo cual es comprensible si los consultaran para evitar la vergüenza de presentar sus usuales matrotretos o para pedirles su asesoría o para redactar proyectos decentes y necesarios. Pero, en vez de ello, tienen a unos 100 periodistas, relacionistas públicos, camarógrafos editores, locutores y otros comunicadores que usan para divulgar sus frecuentes desatinos, sin darles la oportunidad de divulgar sus fechorías.

Y la cerecita: la AN tiene una clínica “parlamentaria”, donde algunos de sus profesionales prestan servicios por unas pocas horas, pero cobran completo el salario. Los principitos parlamentarios cuentan con cuatro psicólogos de diversos sueldos: $1,600, $1,800, $2,500 y hasta de $3,500 mensuales. Tienen dos médicos de $3 mil y $4 mil mensuales. Además, enfermera, fisioterapeuta y odontólogos. Hasta el refugiado tiene su propia planilla: le debemos agradecer los inestimables servicios de su gente más cercana, como Jessica Canto o Linda Gesto, con salarios cada una de $5 mil al mes.

El presupuesto lo elabora el Ejecutivo y lo aprueba la pandilla legislativa. Y lo que hemos visto hasta ahora es que el presidente no se enfrenta a la caterva de la sinvergüenzura. Más bien la complace en cada centavo que le exige. Este es el presidente más grosero, desafiante y menos tolerante que ha tenido el país en las últimas décadas, pero es manejado desde la AN como marioneta cuando se trata de plata. José Raúl Mulino es un león rugiente los jueves, pero se convierte en el más dócil minino cuando las hienas se reúnen a comer. Como siga así, pronto será el postre de sus carnívoros y hambrientos aliados.


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