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Liderazgo: el valor de cambiar

En mi artículo de la semana pasada comenté sobre la ansiedad e inseguridad que la convulsa situación geopolítica mundial está generando en todos. Esta semana quiero reflexionar sobre cómo la metáfora del “caballo muerto” sirve como un poderoso recordatorio de que la persistencia, aunque a menudo se considera una virtud, puede convertirse en una resistencia poco saludable al cambio. Como líderes, debemos estar dispuestos a desmontar y buscar nuevos caminos cuando nuestras estrategias, procesos o mentalidades ya no cumplen su propósito.

En muchas organizaciones, especialmente aquellas que operan en múltiples jurisdicciones, la complejidad de los marcos legales y los requisitos de cumplimiento puede llevar a una adherencia rígida a prácticas obsoletas. Los profesionales del derecho estamos entrenados para ser meticulosos y orientados a los detalles, cualidades que son esenciales en nuestro campo. Sin embargo, estos mismos rasgos pueden fomentar una renuencia a adaptarse, resultando en una cultura que se aferra a procesos heredados, incluso cuando ya no se alinean con los objetivos comerciales actuales o los riesgos emergentes.

La realidad es que el panorama empresarial está en constante evolución. Nuevas regulaciones, avances tecnológicos y dinámicas de mercado cambiantes requieren que seamos ágiles y receptivos. Cuando un proceso de cumplimiento se vuelve obsoleto, o cuando las prácticas de gestión de contratos no logran equilibrar la velocidad con el riesgo, es imperativo que reconozcamos estas deficiencias. Aferrarse a lo familiar puede proporcionar una falsa sensación de seguridad, pero, en última instancia, obstaculiza el progreso y la innovación.

Como líderes, tenemos la responsabilidad de desafiar el statu quo. Esto significa no solo reconocer cuándo una estrategia ya no es efectiva, sino también tener el valor de abogar por el cambio. Requiere que involucremos a nuestros equipos en conversaciones significativas sobre lo que está funcionando y lo que no. Al fomentar un ambiente donde se valore y acepte la retroalimentación, podemos identificar colectivamente áreas de mejora y promover los cambios necesarios.

Además, el verdadero liderazgo en el ámbito legal va más allá del cumplimiento: se trata de encarnar los valores de la organización y guiarla a través del cambio con integridad y previsión. Esto implica estar dispuestos a asumir riesgos calculados e invertir en nuevos enfoques que reflejen mejor los objetivos de la organización y las realidades del mercado. Se trata de liderar con visión e inspirar a otros a abrazar el cambio en lugar de temerlo.

Uno de los desafíos más significativos que enfrentamos como líderes es superar la inercia que a menudo acompaña a las prácticas establecidas. Es fácil caer en la trampa de “siempre lo hemos hecho así”, pero esta mentalidad puede ser perjudicial. En su lugar, deberíamos fomentar una cultura de mejora continua, donde cuestionar y reevaluar procesos no solo sea aceptado, sino alentado.

Abandonar viejas prácticas no es solo un acto de ruptura; se trata de construir algo mejor en su lugar. Esto requiere un compromiso con la innovación y una disposición a explorar nuevas ideas y metodologías. Se trata de entender que el cambio no es una amenaza, sino una oportunidad para el crecimiento y el avance.

En mi experiencia, los líderes más exitosos son aquellos que no temen admitir cuando algo no está funcionando. Reconocen que lo más valiente que pueden hacer es aceptar la necesidad de cambio y tomar medidas proactivas para implementarlo. Esto puede implicar conversaciones difíciles, desafiar creencias arraigadas y, a veces, enfrentar resistencia de aquellos que se sienten cómodos con el statu quo. Sin embargo, las recompensas de abrazar el cambio superan con creces los riesgos de la estancación.

A medida que navegamos por las complejidades del panorama legal, es necesario recordar la importancia de la agilidad y la adaptabilidad. Debemos ser líderes dispuestos a allanar el camino hacia nuevas posibilidades. El cambio puede ser intimidante, pero también es un catalizador para la innovación y el progreso.

Después de todo, el viaje del liderazgo no se trata solo de mantener la tradición: se trata de guiar a nuestras organizaciones hacia un futuro más brillante e innovador. Los cambios en la geopolítica mundial representan una oportunidad sin igual para que, como líderes, naveguemos en aguas turbulentas y salgamos airosos.

El autor es Country Managing Partner – EY.


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