Es lamentable el modo en que algunos individuos oportunistas —ya conocidos—, sin importarles el alto costo que pueda terminar pagando la ya golpeada economía nacional, se dejan manejar como tontos útiles y aprovechan este tipo de protestas solo para satisfacer sus egoístas intenciones: ganar protagonismo y aumentar su caudal político, intentando sumar a personas desinformadas que puedan ser confundidas por su falso y erróneo discurso.
Estos “sabios oportunistas” parecen no darse cuenta de que los vagos y delincuentes que iniciaron estas protestas se valen de su ego, atribuyéndoles falsamente experticias que en realidad no poseen, para ponerlos a hablar en nombre del pueblo, con el fin de confundir a la población y, luego, utilizarla para alcanzar oscuros propósitos. Lo hacen recurriendo a falsas excusas y mezclando hábilmente todo tipo de descontentos populares en una misma olla, desde donde alimentan movimientos ilegítimos, que no representan realmente a la mayoría de la población.
Lo cierto es que ese mecanismo —en el que los “sabios oportunistas” han venido colaborando— ha servido para que grupos radicales estén logrando arengar protestas ilegales, claramente violatorias de la ley y de las garantías constitucionales del resto de la ciudadanía. Y, con ello, se acercan cada vez más a la realización de sus verdaderas metas, que pueden resumirse así:
Implantar el caos en el territorio nacional;
Destruir la ya debilitada economía panameña;
Forzar la caída del gobierno mediante medidas de facto; y
Imponer un modelo comunista, siguiendo el patrón político-económico perenne de Venezuela, Cuba y Nicaragua, que ha condenado a sus pueblos a la pobreza extrema, la desesperanza y la migración forzada.
El país está en serio peligro. Despertemos, Panamá.
El autor es abogado.