Como muchas disciplinas, el marketing ha evolucionado. Se adapta, se transforma y responde al entorno. Si en sus inicios su función era simplemente dar a conocer las bondades de un producto o servicio, hoy opera en un ecosistema digital donde los algoritmos parecen anticiparse a nuestros pensamientos. Basta con mencionar un tema para que, al instante, nuestro celular sugiera justo lo que comentamos. Esa es la dimensión tecnológica del presente.
En el ámbito laboral, esta evolución ha repercutido en el perfil del profesional del marketing. A menudo se le confunde con diseñadores gráficos, publicistas o vendedores, pero su función se ha diversificado notablemente. Hoy, además de su formación base, se espera que tenga nociones de bases de datos, diseño web, gestión de proyectos, edición de video y análisis de datos. Esta expansión de competencias refleja la exigencia creciente de las empresas: buscan perfiles híbridos, capaces de liderar, ejecutar y entregar resultados medibles.
Hace dos décadas, difícilmente se habría imaginado que un especialista en marketing necesitaría formación en tantas áreas paralelas. Pero en un entorno competitivo y acelerado, el dominio de múltiples disciplinas se ha convertido en una ventaja estratégica. Comprender diseño permite visualizar mejor una campaña; conocer herramientas de análisis posibilita segmentar al público objetivo con precisión; y manejar software de edición mejora la calidad y autonomía del proceso creativo.
Esta combinación de habilidades potencia el pensamiento estratégico, facilita la conexión entre mensaje y canal, permite anticipar problemas operativos, optimiza tiempos de ejecución y reduce la dependencia de terceros. En conjunto, forma un profesional más autónomo, ágil y capaz de gestionar proyectos de principio a fin.
A las empresas les corresponde reconocer el valor de estos perfiles versátiles. Promover su desarrollo profesional, ofrecer oportunidades de formación continua y fomentar un entorno laboral que aprecie tanto la especialización como la capacidad de adaptación es clave para asegurar el compromiso del equipo. Esa inversión en talento se traduce en innovación, productividad y rentabilidad.
Además, es hora de que el área comercial y de marketing reciba el reconocimiento que merece dentro de las organizaciones y del ámbito académico. Porque el mercadólogo no solo vende, analiza al consumidor o ejecuta campañas. También crea conexiones auténticas, construye relaciones duraderas y genera valor real tanto para las marcas como para las personas. Es el puente entre las necesidades del mercado y el crecimiento sostenible de las empresas.
La evolución del marketing exige pasión, adaptación y visión integral, pero sobre todo, un compromiso genuino con lo que hacemos. En esta disciplina, cada desafío es una oportunidad para crecer, innovar y demostrar que el verdadero valor está en quienes ejercen su vocación con creatividad, estrategia y propósito.
La autora es docente universitaria en Mercadotecnia.