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Otro año escolar sin cambios estructurales

Una economía ralentizada, altos niveles de desempleo, escasez del capital humano calificado que requieren las empresas, creciente pérdida de competitividad para atraer inversiones al país, altísima economía informal… Y todo esto incidiendo en la crisis del sistema de pensiones por no poder aumentarse el número de cotizantes.

Existe un denominador común entre todos estos elementos que conforman la realidad actual: nuestro fallido sistema educativo. La sociedad ha sido cómplice de esta situación: la clase política, los padres de familia y, por supuesto, el elefante en el cuarto que nadie quiere incomodar: el sector magisterial. De más está decir que ha faltado y falta visión y voluntad por parte de todos los actores involucrados para efectuar los cambios estructurales que tanto necesitamos.

Urge reformular el currículo escolar y las técnicas pedagógicas, ambos obsoletos porque hace mucho tiempo no satisfacen la demanda del mercado laboral. Es imperativo, pues, que todos los sectores involucrados hagan esfuerzos conjuntos para lograr reformas profundas al contenido y calidad de la docencia, así como a la administración misma de la educación en todo el territorio nacional.

Panamá goza de privilegios de los que carecen las otras naciones en la región: su envidiable posición geográfica, su incomparable conectividad y un sistema financiero robusto que la hacen atractiva para muchos proyectos de inversión privada a nivel local y extranjero. Sin embargo, muchos de estos proyectos no llegan a materializarse porque no existen las mentes y la mano de obra calificadas. Nuestro sistema educativo es incapaz de ofrecer herramientas intelectuales y conocimientos básicos para que los estudiantes aprovechen al máximo las oportunidades que ofrece nuestro mercado.

Un buen ejemplo sería la designación de Panamá, junto con Costa Rica y República Dominicana, como destinos de inversión en las áreas de fortalecimiento de la cadena de suministro de semiconductores por parte de Estados Unidos. De más está decir que nuestros dos competidores parten con gran ventaja al tener mucha mayor preparación académica y experiencia profesional en un área que requiere de amplio dominio técnico.

La enseñanza del inglés ha sido otro gran fracaso nacional. Se pone el enfoque prioritario en la gramática, que, si bien es importante, es mucho menos efectiva (y atractiva) que la conversación y la lectura para asimilar el idioma ajeno de forma más orgánica y expedita.

Debemos analizar los sistemas educativos más exitosos del mundo, muchos de estos asiáticos, y evaluar cuáles técnicas pedagógicas podrían aplicarse en Panamá, con las adaptaciones culturales necesarias, por supuesto. Un sistema caduco no puede continuar en un estado de inercia y esperar resultados distintos. Debe impregnarse de nuevas ideas.

Existen programas académicos de comprobado éxito en otros países, como el sistema de vouchers educativos; el Estado provee a familias de escasos recursos la oportunidad de acceder a una educación en la esfera privada sufragando una parte considerable de la matrícula y mensualidades del estudiante. El actual programa de ayuda, la Beca Universal, se queda corto, no solo por el bajo aporte pecuniario, sino también por la forma ineficaz como está estructurado.

Por otra parte, conviene integrar asignaturas que doten a los estudiantes de una verdadera identidad nacional. En otras palabras, la materia de Historia de Panamá debe impartirse de manera integral y comprensiva. La de Ciencias Políticas enseñar a conocer los derechos y deberes políticos de la ciudadanía. Otras asignaturas que hacen falta, ya que ofrecen herramientas útiles para la vida, serían Finanzas y –debido a la existente crisis de valores– Cívica y Ética.

Debe primar la meritocracia en la contratación y en los aumentos salariales de los docentes, exigiendo una medición sistemática de su rendimiento y la continua capacitación pedagógica y académica. Nuestros graduados no adquieren la pasión y el hábito de la lectura y, por consiguiente, tienen graves problemas cognitivos y de comprensión lectora. Además, es imprescindible enseñar a razonar de forma lógica e inductiva mediante pruebas prácticas donde hay que poseer conocimientos, sobre todo, saber dónde buscar la información y cómo analizarla. No meramente memorizarla.

Por último, el Gobierno es responsable de informar al estudiantado qué profesiones tienen mayor o menor demanda en el mercado laboral, y cuáles gozan de más oportunidades de ascenso personal.

No podemos seguir presos de la mediocridad que nos producen los placeres instantáneos y las distracciones virtuales. Como individuos y como sociedad debemos aspirar a la excelencia. A convertirnos en lo mejor que podemos ser como personas y como país. Para ello, debe empezarse por inculcar una consciencia colectiva que valore la importancia de obtener conocimientos, una cultura compartida, y el hábito del trabajo, la lectura y el diálogo de altura.

La educación de calidad es el medio óptimo de superación para obtener acceso a cargos bien remunerados que mejoran la calidad de vida y fortalecen el tejido social. Esta es la gran catalizadora, tanto en la creación de la igualdad de oportunidades para las personas más necesitadas como para una mejor distribución de la riqueza.

El autor es abogado.


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