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Otro milagro de la ciencia

Un adelanto científico revolucionario fue publicado en la revista New England Journal of Medicine el 15 de mayo de este año. En ella se presenta el caso de KJ Muldoon, un recién nacido con una rarísima enfermedad genética que produce daño cerebral y, en muchos casos, la muerte en pocos meses o años.

KJ nació con un defecto en una de las enzimas de sus células hepáticas, lo que provoca la acumulación de sustancias tóxicas en su organismo. Las enzimas son proteínas esenciales para que ocurran diversas reacciones químicas dentro de nuestras células. Todos tenemos en nuestro código genético la información necesaria para producir estas proteínas. Si esa información contiene una alteración —lo que se conoce como una mutación—, la proteína puede no formarse o funcionar de forma incorrecta. A veces, el error consiste en una simple sustitución en el código genético.

Este código se encuentra en nuestro ADN y se compone de moléculas llamadas bases nitrogenadas, identificadas con las letras A, C, T y G. Si, por ejemplo, en lugar de una G hay una A, es posible que la proteína resultante esté defectuosa. Esto es precisamente lo que ocurre con KJ: una sola letra equivocada en el gen responsable de producir una enzima clave provoca la acumulación de amoníaco en su organismo.

Hace ya varios años, los científicos descubrieron que existen herramientas capaces de editar el código genético. Una de ellas, conocida por sus siglas como CRISPR (pronunciado crisper), es altamente específica y permite modificar el ADN, incluso reemplazando una base nitrogenada por otra. A esto se le conoce como edición de bases. Este tipo de tratamiento no se había aplicado previamente en humanos. En casos anteriores, como en pacientes con anemia falciforme o talasemia, se utilizaron variantes de esta técnica para modificar otros genes y aliviar los síntomas, sin corregir directamente la mutación original.

En el caso de KJ, el objetivo era corregir la mutación exacta en su código genético, localizada en las células del hígado, responsables de eliminar el amoníaco. Para lograrlo, se diseñó una versión modificada de la herramienta editora, la cual fue probada primero en cultivos de células hepáticas, luego en ratones con la misma mutación que KJ y, finalmente, en primates, para comprobar su tolerancia. Todo esto se desarrolló en cuestión de semanas, ya que el tiempo era crucial para evitar daño al sistema nervioso del niño.

El tratamiento utilizó tecnología de ARN mensajero —la misma empleada en las vacunas contra la covid-19—, empacado en nanopartículas lipídicas, que son absorbidas por las células del hígado. Tras obtener los permisos éticos necesarios y la autorización de la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), KJ recibió el tratamiento por vía intravenosa a los siete meses de edad. Una segunda dosis fue administrada semanas después.

Los resultados preliminares son muy prometedores: los niveles de amoníaco en su sangre han disminuido y ha mostrado avances en su desarrollo neurológico. No obstante, se trata de un reporte inicial, y será fundamental dar seguimiento a largo plazo para evaluar el éxito definitivo de esta intervención.

Aunque el caso se refiere al tratamiento de un solo niño, el alcance potencial es enorme. Se estima que en el mundo existen más de 7,000 enfermedades genéticas raras que afectan a más de 300 millones de personas. La mayoría de estas enfermedades carece de tratamientos efectivos y tiene consecuencias devastadoras. Cerca del 90% de ellas se deben a mutaciones puntuales en los genes, lo que las hace susceptibles a una corrección genética como la que se aplicó en KJ.

Además, hay tipos de cáncer provocados por mutaciones genéticas que, en teoría, también podrían ser eliminados con CRISPR u otras versiones futuras de esta tecnología.

Como siempre, el desafío será escalar estos tratamientos para hacerlos accesibles a un mayor número de personas y reducir su complejidad y costo. También será indispensable vigilar muy de cerca los posibles efectos adversos, aprender a mitigarlos y, si es posible, prevenirlos.

La ciencia médica nos ha brindado tantas intervenciones, medicamentos y avances que a veces uno se vuelve insensible ante nuevas noticias e innovaciones. Pero tener la capacidad de modificar nuestro código genético, sustituyendo una sola base nitrogenada en un gen específico y salvar con ello miles de vidas, es —como dirían los jóvenes— “demasiado cool”. Otro milagro de la ciencia.

El autor es médico.


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