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Panamá ante el reto laboral de la inteligencia artificial

En 2016, un equipo de investigadores de universidades como Oxford y Yale, junto a otras instituciones especializadas, realizaron una encuesta entre expertos en inteligencia artificial (IA) para estimar cuándo esta alcanzaría el rendimiento humano en distintas tareas.

Los resultados preveían grandes avances en la década siguiente: desde jugar videojuegos como un ser humano en tres años, hasta traducir textos con precisión similar en unos ocho.

Algunos de esos hitos se adelantaron notablemente, mientras que otros, como la conducción autónoma, siguen sin cumplirse del todo. Lo que sí es indiscutible son los avances del último lustro, impulsados sobre todo por la IA Generativa. En la misma encuesta se preguntaba también por la automatización total del trabajo humano, aunque sin analizar a fondo su impacto en el mercado laboral. Aun así, ese mismo año el Foro Económico Mundial señalaba el desempleo como uno de los principales desafíos éticos del desarrollo de la IA.

En los últimos años nos hemos visto inmersos en una carrera por desarrollar modelos de IA capaces no solo de resolver tareas específicas, sino también de generar contenido. Desde sistemas que crean texto e imágenes hasta otros que producen vídeos, audios o, más recientemente, funcionan como asistentes virtuales. La IA ha dejado de estar confinada a unos pocos ámbitos: es una tecnología disruptiva que está transformándolo todo, incluido el mercado laboral.

En la mayoría de las ponencias sobre IA que escuchó últimamente se repite la frase “la IA no reemplazará al ser humano”, como un intento de tranquilizar. Pero la realidad es otra: la IA ya está sustituyendo puestos de trabajo. Donde antes se necesitaban diez especialistas, ahora bastan uno o dos. Un estudio de McKinsey en 2015 ya anunció que el 45% de las actividades remuneradas podían ser automatizadas con la tecnología disponible entonces. Pensar que la IA no eliminará empleos es, simplemente, hacerse trampas al solitario.

Panamá se encuentra inmerso en la elaboración de su estrategia nacional de IA, que orientará la adopción de esta tecnología a nivel de país. Es el momento de definir no solo los sectores prioritarios, sino también la capacitación del talento humano que acompañará esta transformación.

No se trata solo de preparar a las nuevas generaciones, sino de garantizar que nadie se quede atrás. Muchos empleos no desaparecerán, pero sí cambiarán profundamente, y otros serán reemplazados por completo. Por eso debemos pensar tanto en quienes verán sus trabajos más amenazados como en los grupos más vulnerables, que enfrentan barreras en un entorno que evoluciona a una velocidad sin precedentes. En este contexto, es crucial no ignorar el alto porcentaje de empleo informal en Panamá, que, aunque menos afectado a corto plazo, requiere políticas de formación continua para abrir oportunidades de transformación e innovación.

Un estudio reciente de McKinsey indica que el 78% de las empresas ya utilizan IA en al menos una función del negocio. Considerando la velocidad a la que avanzan estas tecnologías, no es exagerado prever que las empresas dejarán de contratar a quienes no sepan utilizarlas correctamente.

Por eso, es indispensable que el Estado panameño cuente con una política clara de formación y reskilling de su fuerza laboral y de la población en general. Y no solo en habilidades técnicas: también hacen falta pensamiento crítico, criterios éticos y capacidad de adaptación para convivir con sistemas inteligentes en todos los ámbitos. Solo así podremos subirnos al tren de la IA y no ser arrastrados por la vorágine tecnológica.

En resumen, no basta con repetir que la IA no reemplazará al ser humano para evitar el debate sobre la transformación del mercado laboral. Es una realidad que debemos afrontar desde todos los frentes. El Estado debe impulsar estrategias y políticas claras; el sector privado, adaptar estructuras y procesos para seguir siendo competitivo; y la academia, actuar con agilidad y visión, formando no solo en habilidades técnicas, sino también en pensamiento crítico, ética y capacidad de adaptación. Solo así lograremos que la adopción de la IA en Panamá sea una oportunidad y no una fuente de exclusión.

El autor es profesor/investigador en la Universidad Carlos III de Madrid y subdirector del Máster en Inteligencia Artificial Aplicada.


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