Tenemos que enfrentar las realidades del nuevo entorno económico mundial, que está afectando —y afectará permanentemente— el orden tradicional de las relaciones entre potencias, hábitos de consumo y disponibilidad de bienes y servicios, así como el intercambio de productos.
Ya el cambio está sucediendo: una economía basada en consumo e importación (Estados Unidos) ahora quiere convertirse en una de manufactura e industria; y otra, eminentemente manufacturera e industrial (China), está incentivando el consumo doméstico para reducir su dependencia de las exportaciones.
Este fenómeno trae consecuencias directas al flujo de tránsito por el Canal, ya que disminuye el volumen de tránsitos en ambas vías. A esto se le suma el cambio en el comportamiento de los mercados de petróleo y gas licuado (GLP), que han redireccionado sus compras desde fuentes tradicionales como medida de boicot por aranceles punitivos, además de los grandes descubrimientos de petróleo y gas en diversos países del mundo.
Durante un siglo se pensó que el Canal era un activo insustituible. Mientras estuvo bajo la administración estadounidense, el principal objetivo era estratégico: movilizar rápidamente sus fuerzas navales de un océano a otro, produciendo ingresos suficientes para sufragar el costo de las fuerzas militares acantonadas en la Zona del Canal.
Cuando revirtió a Panamá, se construyó el tercer juego de esclusas para acomodar la creciente actividad marítima de la época, además de generar mayores ingresos para alimentar las finanzas públicas.
Actualmente, hay un proyecto prioritario de los embalses del río Indio para asegurar la fuente de agua del Canal y el suministro de agua potable para las comunidades. Este proyecto debería ser del Estado y no de la Autoridad del Canal de Panamá.
Otro proyecto que no tiene sentido para la ACP es el endeudamiento para construir un gaseoducto como alternativa de ingresos para el Canal, especialmente a la luz de las declaraciones permanentes del “desquiciado” de recuperar “su” canal.
China, bajo su programa de la Ruta de la Seda —al cual Panamá no supo aprovechar y del que fue forzada a salir por presión estadounidense— está y seguirá generando oportunidades de mega inversiones que estamos perdiendo.
En el caso de Perú, China facilitó la construcción del megapuerto de Chancay, que conecta con el puerto de Nansha en Guangzhou sin pasar por el Canal de Panamá, reduciendo tiempos de entrega y costos logísticos. La naviera china COSCO, uno de los clientes del Canal, ya está explotando activamente esta ruta.
Desde Perú, se exportan hacia China frutos del mar, mariscos, vinos, vegetales y frutas frescas. De regreso, llegan una gran variedad de productos manufacturados: electrodomésticos, artículos tecnológicos, juguetes, vestimenta y chucherías que entran a zonas libres para ser distribuidas en Sudamérica, convirtiéndose también en centros regionales de distribución.
Posiblemente, la Zona Libre de Colón reciba un daño colateral.
El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, que conecta el Pacífico con el Atlántico, ya fue activado. El mes pasado culminaron pruebas con 900 automóviles Hyundai que fueron transportados en tren hasta el puerto de Veracruz y embarcados hacia Georgia, Estados Unidos. Este movimiento logístico duró aproximadamente una semana, con importantes ahorros en tiempo y costos.
El Corredor Bioceánico Vial, aún en proyecto, conectaría Brasil, Paraguay, Chile y Argentina, facilitando el acceso de esos países a los mercados asiáticos, reduciendo costos y tiempos a expensas del Canal de Panamá. También se beneficiaría del flujo inverso con productos chinos.
La importancia de la ruta interoceánica del Canal de Panamá, cuyos principales usuarios son Estados Unidos y China, está destinada a disminuir en lo que respecta al comercio bilateral y geoeconómico, por las razones mencionadas anteriormente. La única importancia relativa para Estados Unidos que no cambiaría sería la posibilidad de movilizar sus flotas navales de un océano a otro.
Veamos dónde está Panamá hoy en relación con el Canal y su soberanía. El “Desquiciado” reiteró su intención de recuperar el Canal y, para mi sorpresa, manifestó “que ya no hay chinos en el Canal”.
Tomando estas premisas como válidas, y considerando las afirmaciones contundentes del “Gringuillo” y sus funcionarios sobre la “virginidad intacta” de nuestra soberanía, entonces sigamos adelante con nuestro proyecto del canal seco en la zona occidental del país.
Este debe incluir puertos en ambos océanos, zonas libres que los complementen, y el gaseoducto a través de Petroterminales.
El “Gringuillo” y sus funcionarios piden soluciones para los problemas que atraviesa el país. Aquí tienen una que no solo generaría empleo en el occidente y las provincias centrales, sino que contribuiría a descongestionar las áreas metropolitanas de Panamá y Colón.
Revitalizaría las provincias centrales, al atraer migración hacia nuevos polos de desarrollo. El canal seco nos ayudaría a recuperar la importancia logística que estamos perdiendo frente a otras rutas de tránsito y trasiego, ninguna de las cuales tiene la “cinturita” de nuestro istmo, que debería hacerlo más eficiente en tiempo y costo.
El complemento de zonas comerciales e industriales en ambos océanos reforzará la vocación natural de Panamá por el comercio internacional.
Toca imitar el ejemplo de Perú y su megaobra marítima. Debemos volver a la Ruta de la Seda y acoger la mano que nos tiende un país amigo: China. Nadie mejor que ellos tiene la tecnología, los recursos y la voluntad para ayudarnos a desarrollar nuestro canal seco.
El autor es ciudadano.