Varios ríos istmeños llevan el nombre de Río Indio. El que aquí nos ocupa nace en la vertiente norte, muy húmeda, de la cordillera Central y, en su recorrido hacia el Caribe, recoge las aguas del Terial, Uracillo, Jobo y Membrillar: nombres indígenas de especies nativas de árboles. Su nombre comenzó a mencionarse con mayor frecuencia a partir de la década de 1950, debido a las necesidades del primer plan energético de Panamá, ya vinculado a las operaciones del Canal.
Fue en esa década cuando comenzó a gestarse el Plan Energético Nacional. Su objetivo: sustituir las viejas y pequeñas plantas diésel que abastecían de electricidad a los pueblos y ciudades del país, mediante el represamiento de ríos para generar energía hidroeléctrica más barata. A la par, se proyectaba construir una red nacional de distribución. Se requerirían ingenieros, geólogos e hidrólogos para estudiar los caudales de los ríos y las capas rocosas donde se levantarían las represas. Sin embargo, pronto el plan chocó con el escaso interés del sistema educativo por las ciencias y la tecnología, con su énfasis tradicional en las leyes, la contabilidad, el comercio y la administración pública.
Según Nuestro Progreso en Cifras, de 1953, el país contaba con 805,000 habitantes, existían 875 escuelas, 3,837 docentes y 108,000 estudiantes. El presupuesto nacional era de 43 millones de dólares, de los cuales el Ministerio de Educación recibía 8.7 millones, es decir, el 20% del total.
En 1956, Mario de Diego, director del Instituto de Fomento de Panamá, contrató al Dr. Miguel Quiñones, jefe de los sistemas fluviales de Puerto Rico, para estudiar el potencial energético de los ríos panameños. A su llegada, altos funcionarios y connotados empresarios promovían con entusiasmo un remedio nuevo y rápido: comprar e instalar centrales atómicas. Quiñones dio una estocada a aquella alocada idea. El uso del átomo estaba en sus inicios. Los reactores que construían Estados Unidos y Europa eran prototipos. Se desconocía el costo real de esta fuente de energía. Varias empresas ya ofrecían reactores, pero al llegar era necesario contar con líneas de transmisión y técnicos altamente especializados en ciencias nucleares que debían ser seleccionados y capacitados. La energía atómica, advertía Quiñones, resultaría más cara que la hidroeléctrica e incluso que las viejas plantas diésel. Había que acudir a la fuerza de los ríos.
El estudio de Quiñones reveló que la mayoría de los ríos del interior estaban muy alterados: deforestadas sus cuencas, erosionados sus suelos y sedimentados sus cauces. El San Juan, en el distrito de Calobre, Veraguas, era uno de los pocos capaces de suplir energía a las provincias centrales.
Así comienza a mencionarse el Río Indio, el de la muy lluviosa y poco poblada Costa Arriba de Colón. Región hecha famosa por Colón en 1502, en su cuarto y último viaje, pero luego olvidada hasta 1951, cuando el Instituto Smithsonian y la revista National Geographic enviaron al arqueólogo Matthew Stirling y al fotógrafo Richard Stewart. Desde Colón partieron en la lancha Tumbaito, de Antonio Tagarópulos, que llevaba mercancías a los caseríos costeños, trayendo guineo y pasajeros. En cayucos, subieron el Coclé del Norte y luego el Río Indio. Su reportaje fue publicado en 1953 en National Geographic con el título: “Hunting Prehistory in Panama Jungles” (Buscando la prehistoria en las selvas de Panamá).

El siguiente estudio del Río Indio lo realizó, en 1952, el ornitólogo del Instituto Smithsonian Alexander Wetmore. Los datos, mapas y contactos de Stirling le serían de gran utilidad. Deseaba explorar esas selvas sobre las cuales poco se sabía, y cuyos bosques se verían amenazados por la colonización que avanzaba desde el Pacífico, cruzando la cordillera Central. Las exploró ese año, en busca de un sitio apartado de la violencia política que vivía el país. El año previo, la Guardia Nacional, bajo el coronel José Antonio Remón Cantera, había derrocado al presidente electo, el Dr. Arnulfo Arias. Wetmore llegó al pueblo de Río Indio caminando por las hermosas playas desde la boca del río Chagres. En cayuco, exploraría el río hasta su confluencia con el Uracillo.
En 1963, y ante la falta de geólogos, el gobierno nacional solicitó al Canal de Panamá los servicios del geólogo Robert Stewart para supervisar las perforaciones donde se construiría la primera hidroeléctrica del plan energético, en La Yeguada, distrito de Calobre, Veraguas. El San Juan era uno de los pocos ríos capaces de suplir energía a las crecientes poblaciones de las provincias centrales. Según Stewart, la laguna de La Yeguada se había formado hace unos 45,000 años, cuando las aguas del San Juan —afluente del Santa María— fueron detenidas por las lavas del volcán de la Media Luna.
Estaba Robert Stewart supervisando las perforaciones en los mantos rocosos de La Yeguada cuando se le pidió ir al Río Indio para estudiar sitios posibles para una hidroeléctrica y un embalse de aguas destinadas al Canal. Lo que vio y escribió sobre este río en diciembre de 1963 lo veremos en otra entrega en este diario.