Sabrina Sin Censura: Durmiendo con el enemigo

Mientras la atención del país se centra en las tensiones que genera la reforma a la CSS y las renovadas amenazas de presencia de tropas militares estadounidenses en Panamá, hay un hecho que no debe pasar desapercibido: nuestro representante diplomático en Estados Unidos recibió el 24 de febrero en la Embajada de Panamá en Washington al lobista Damián Merlo, quien, además de otras hazañas como ayudar a escapar de los Estados Unidos a los hermanos Martinelli, se ha dedicado a difundir la narrativa del supuesto control chino del Canal.

El desafortunado encuentro es la última de las evidencias que muestran que frente a la amenaza existencial que representan para Panamá las pretensiones de Trump, el gobierno de José Raul Mulino dice algo de boca para afuera pero hace otra cosa. Con esta contradicción es muy difícil que se articule una estrategia integral con la credibilidad internacional que exige la explosiva situación en la que se encuentra nuestro país.

Veamos. La semana pasada, Trumpi redobló sus agresiones contra la soberanía del Canal aún después de conocerse la compra de la concesión portuaria de Panamá Ports por parte del consorcio norteamericano BlackRock.

Mulino aseguró en X que Trump mentía, pero ahora nos enteramos que nuestro representante diplomático en Washington decidió premiar con una invitación a la embajada panameña a un lobista que difunde precisamente esas falsedades. ¿Qué impacto y fiabilidad tienen un par de publicaciones en redes sociales contra las mentiras de Trump, si nuestro representante diplomático en ese país sale fotografiado con quien las replica en la opinión pública?

Lo grave es que estas incongruencias no parecen ser la excepción, sino la regla en la endeble estrategia diplomática frente al neocolonialismo de Donald Trump. No hemos escuchado todavía a nuestro embajador defendiendo la soberanía panameña sobre el Canal, pero sí sabemos (gracias a los medios) que fue José Miguel Alemán quien firmó el contrato por $2.5 millones con los cabilderos de BGR, entre los que sobresale David Urban. Hablamos del lobista que legitimó en CNN una invasión militar contra Panamá. Entre Merlo y Urban, se podría hacer un casting para la versión panameña de la película “Durmiendo con el enemigo”.

Y no se puede quedar por fuera Louis Sola, con su triple sombrero de presidente de la Comisión Marítima Federal, testigo contra Panamá y cara visible de Amador Marina S.A. Aquí lo vemos en un selfie con el embajador panameño en Estados Unidos que se publicó justo después de la visita de Rubio a nuestro país.

La cordialidad de la fotografía, contrasta con las duras palabras que le dirigió Mulino el 27 de febrero, cuando aseguró que Sola había mentido descaradamente en la audiencia en el Senado estadounidense y que por ende debía irse a hacer negocios a otro lado.

Nada dijo el mandatario sobre el Estudio de Impacto Ambiental que el Ministerio de Ambiente aprobó en octubre a favor de Amador Marina S.A. ¿Es creíble aquello de que se vaya a hacer negocios a otro lado, si “parquea” con el embajador y su concesión recibe la luz verde de nuestras autoridades? Es la pregunta obligada.

Pero el interrogante de fondo va más allá de los desatinos reseñados: ¿Cómo pretendemos combatir la arremetida de Trump si no hay la menor congruencia entre las palabras del presidente y las acciones del cuerpo diplomático? ¿Con los aviones de combate? Perdonen que los meta en este análisis, pero es inevitable, tras el nivel de desatino de esa adquisición por $178 millones. Aunque Mulino explicó que se utilizarán para combatir el narcotráfico y patrullar las costas, es inaudito que con el déficit fiscal más alto de la historia republicana, el gobierno se endeude para comprar aeronaves con tantas necesidades básicas no resueltas.

Les aseguro que a lo único que dispararán con certeza esos aviones es a la confianza ciudadana en nuestras autoridades.

El profesor en derecho internacional Alonso Illueca argumenta en un artículo de Americas Quarterly que Panamá necesita una nueva estrategia contra Trump, ya que la política del gobierno de acomodarse a los Estados Unidos ha fracasado. Propone reemplazar la disonancia con claridad, y buscar apoyo en los organismos multilaterales y alianzas con otros países que se han visto afectados por las agresiones de Trump. Qué lejos estamos de incorporar esas sugerencias, con un Presidente que insiste en que no necesita compañeros de viaje, y que para rematar, no logra que su propio equipo diplomático acompañe con acciones sus palabras.


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