Panamá ostenta el mayor ingreso per cápita de América Latina, similar al de varios países europeos como Grecia, Chequia y Portugal. Pese a este notable logro, persisten grandes inequidades sociales que afectan a grupos vulnerables que claman por ser atendidos. Por ejemplo, en todos los rincones de nuestras ciudades y campos, cientos de adultos mayores sobreviven en condiciones de abandono, enfermedad, soledad y precariedad. Frente a la ausencia de un sistema estatal sólido y universal de atención a la vejez, son las Obras de Misericordia —congregaciones religiosas, voluntarios y organizaciones de la sociedad civil— quienes, haciendo verdaderos milagros con recursos limitados y una vocación admirable, sostienen a una población creciente y vulnerable.
Entre estas instituciones destaca el Hogar Bolívar, el más antiguo, fundado hace 142 años y gestionado por las Hermanas de San Vicente de Paúl. Este centro brinda atención integral a más de 70 residentes, entre ellos varios centenarios, ofreciendo no solo techo y alimentación, sino también cuidados médicos básicos, recreación, apoyo emocional y espiritual, en un entorno que dignifica su humanidad.
Pero el Hogar Bolívar no está solo. Centros como el San Juan Pablo II, en Calidonia —que atiende a más de 130 personas sin hogar cada semana—, el albergue de la Cruz Roja Panameña en Albrook, y el Hogar San Pedro Nolasco en El Chorrillo, desempeñan labores similares. Todos comparten desafíos comunes: financiamiento insuficiente, escasez de personal especializado e insuficiente apoyo estructural estatal. Funcionan con infraestructura modesta, voluntariado no siempre capacitado, y dependen de donaciones privadas, fondos gubernamentales limitados y el respaldo de clubes cívicos y otras organizaciones de la sociedad civil, entre ellas la Asociación de Exfuncionarios de Naciones Unidas, AFICS Panamá.
El envejecimiento poblacional añade urgencia al problema. Según el INEC, más del 20% de la población panameña tendrá más de 60 años en 2050. Esto exige una transformación profunda en las políticas públicas. Es fundamental implementar con prioridad la Política Pública a Favor de las Personas Mayores 2024–2030, propuesta por el Mides, basada en dignidad, solidaridad, equidad intergeneracional y justicia social. La vejez no puede seguir tratándose como una carga ni dependiendo exclusivamente de la buena voluntad de algunos.
Las acciones necesarias incluyen asegurar financiamiento público estable para albergues, residencias y centros de día con estándares de calidad, además de integrar el cuidado geriátrico al sistema de salud, garantizando atención preventiva, paliativa y mental para los adultos mayores, tanto en instituciones como en el hogar.
Asimismo, son clave los programas de formación y apoyo continuo para cuidadores y voluntarios, reconociendo su rol esencial mediante capacitación técnica y fortalecimiento emocional. También se debe adaptar la infraestructura existente a las necesidades físicas y cognitivas propias del envejecimiento.
Por último, ninguna reforma será efectiva sin una articulación interinstitucional real entre el Mides, Minsa, CSS, gobiernos locales, ONGs y comunidades de fe. Esto debe acompañarse de campañas nacionales que promuevan el respeto a la vejez, combatan el edadismo y fomenten la corresponsabilidad familiar y social.
El Hogar Bolívar y otras instituciones similares demuestran que, cuando vocación y organización se unen, se pueden cumplir los principios de cuidado digno. Sin embargo, también revelan los límites de la caridad frente a un problema estructural. No se puede seguir delegando en congregaciones religiosas una responsabilidad que le compete al Estado.
La vejez no debe vivirse como una condena al abandono, sino como una etapa protegida por políticas públicas humanas y sostenibles. El futuro de Panamá como nación justa también se mide en cómo trata a quienes construyeron el país. No basta con aplaudir la labor de las Obras de Misericordia; es tiempo de convertir su ejemplo en política de Estado.
Solo así seremos una nación que, al honrar a sus mayores, se honra a sí misma.
El autor es presidente de la Asociación de Exfuncionarios de NNUU en Panamá (AFICS)