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Tratado de Neutralidad del Canal: entre falacia y sofisma

Veamos los términos. Una falacia, según la RAE, es un pensamiento que, aunque puede parecer válido, es incorrecto desde el punto de vista lógico. Es una forma de argumentar que engaña o resulta engañosa, y puede ser utilizada para persuadir o convencer de manera incorrecta. Este concepto, a todas luces, parece bastante claro.

¿Qué ocurre si pensamos en el cómo o en el para qué podría utilizarse la falacia como herramienta? No sé si quienes tenemos por lengua el español, al momento de su uso profundo —por ejemplo, en tratados y convenios entre partes negociadoras que emplean otro idioma— no somos capaces de utilizar conscientemente nuestro propio idioma. Por momentos, siento que nos vencen en el terreno del lenguaje, o acaso es por falta de experiencia o por el pecado de creer que se sabe. Lo anterior demuestra que el Tratado de Neutralidad del Canal de Panamá es una falacia mucho más profunda, diseñada, concebida y elaborada por el gran país del norte, más allá de lo que Panamá pudo entender o negociar en los años setenta.

En otro escrito mencioné el uso del miedo y la mentira como herramientas. Son instrumentos clásicos de Estados Unidos, que todo aquel que trate con ese país debe conocer y comprender. Siempre han sido la punta de lanza en sus negociaciones con Panamá y otros Estados. ¿Entonces de qué tipo de negociación se habla? Suena más bien como una pelea de tigre contra burro amarrado.

En las negociaciones sobre el Tratado de Neutralidad se puede ver con claridad el uso de la falacia del miedo. Ellos —los gringos— siempre apelan a esta táctica y son expertos en su aplicación. Respaldan sus posiciones con engaños, mentiras y propaganda destinada a exacerbar temores y prejuicios hacia la competencia. Sus argumentos presentan ilusiones negativas o falsas vivencias que afectan emocionalmente, y cuentan con toda una maquinaria mediática para sostener su narrativa, sobre la cual sustentan su actuar presente y futuro.

Entonces, mis estimados leyentes: ¿es el Canal de Panamá lo que es neutral, o lo es Panamá? ¿Es posible vislumbrar a Panamá como un país beligerante en alguna oportunidad? Eso no ocurrirá, salvo que seamos atacados. Y como eso no es parte de nuestra cultura nacional, jamás estaremos preparados para tal propósito. Pero sí es cultura, forma de vida y economía para esa nación que nos hizo su “socio”, aplicando falacias de miedo y engaño mediante un instrumento firmado para mantener su presencia en suelo patrio. Siempre generarán una amenaza bélica con la cual arrastran a esta nación, a través de la falacia llamada Tratado de Neutralidad del Canal de Panamá.

Ese tratado ha sido siempre un sofisma, porque plantea razonamientos falsos, y fue utilizado para persuadir a Panamá de que era necesaria la presencia militar de Estados Unidos para defender el Canal. Cualquiera que lo lea puede pensar que es válido y cierto, pero oculta mentiras y emplea engaños para alcanzar su fin.

Hoy repiten las mismas tácticas, con los mismos instrumentos: falacias y sofismas. Y aún así, el gobierno de turno no lo comprende, no lo ve y cae nuevamente en el juego del engaño, firmando un instrumento supuestamente inocente, sin mayor peso legal: un memorando de entendimiento. Pero en realidad es un instrumento de convenio, un tratado que el Ejecutivo panameño refrenda sin que la Asamblea Nacional opine ni apruebe, como correspondería. Mientras tanto, ellos interpretan al pie de la letra lo “acordado” y actuarán a su libre albedrío.

Hasta donde comprendo, la neutralidad es una posición de no tomar partido en un conflicto o desacuerdo, ni apoyar a ninguna de las partes beligerantes. Por tanto, resulta inverosímil que haya que emprender acciones para defender una posición de neutralidad. Uno puede firmar un tratado de paz —como los hay desde 1648 con el Tratado de Westfalia—, pero ¿un tratado de neutralidad? Por favor, que alguien me ilustre, porque puedo estar equivocado, pero no conozco otro en el mundo de tal naturaleza. Es el sofisma más grande que han utilizado los gringos, y Panamá parece no haberse percatado de semejante mentira.

Lo contrario de la neutralidad es tomar partido, que es precisamente lo que logró el vecino del norte con la firma de ese tratado. Para ellos, el principio de neutralidad no existe; el tratado simplemente los faculta para estar presentes en territorio panameño, y el mundo lo sabe y siempre lo ha entendido así. ¿Cómo puede ser neutral un país que tiene como socio, mediante un instrumento legal, a un Estado guerrero cuya cultura es la no paz y el intervencionismo?

Como dice una canción: ¿cómo se puede entender la necesidad de defender la posición de neutralidad, cuando quien la “defiende” es el mismo que hoy saca a flote su verdad sobre el tratado de los años setenta, aparece como Juan por su casa, lanza en ristre, y exige tratos preferentes?

Si lo firmado hubiera sido un tratado de paz, ¿por qué entonces el sinnúmero de intervenciones gringas en el territorio nacional y en la vida social y política de la República siempre han sido de guerra? La historia, de haberse basado en un verdadero tratado de paz, pudo haber sido muy distinta. Pero sabían que ese no era el instrumento apropiado para garantizar su permanencia en el país.

Desde que el tratado establece paso expedito para su flota marítima, jamás ha existido neutralidad. Mucho menos si debo tener un socio para defenderla: algo que no requiere defensa alguna. Si hubiese sido un tratado de paz, lo habrían firmado muchas más naciones —al menos aquellas con flota marítima— y no existirían esos nefastos intereses de presencia eterna en territorio panameño, mancillando nuestra soberanía y exigiendo cobros por servicios que no prestan, que nadie demanda, y que no se requieren.

Es tiempo de que la nación exija el respeto que merece como Estado soberano e independiente. Estados Unidos pretende sacar provecho de todo, gratuitamente, de este país. Y a cambio, quiere elegir a nuestros clientes y que soportemos su irrespeto.

El autor es abogado y urbanista.


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