La semana pasada, el Ministerio de Salud confirmó el fallecimiento de una niña de 3 años en la región de Darién a causa de meningitis meningocócica, una infección grave provocada por la bacteria Neisseria meningitidis. Días después, los pediatras del país recibimos con profunda preocupación la noticia de otro fallecimiento en la comunidad de Puerto Piña, también en Darién, con un cuadro clínicamente compatible con esta enfermedad, aunque aún sin confirmación oficial.
Estos hechos han encendido las alertas en la comunidad médica, porque sabemos que estamos ante una enfermedad poco frecuente, pero de evolución súbita y altamente letal. La meningitis meningocócica puede afectar a personas de cualquier edad, pero los más vulnerables son los niños pequeños y los adolescentes. La enfermedad suele comenzar como una “gripe fuerte”: fiebre, dolor de cabeza, vómitos. Pero en cuestión de horas puede convertirse en una emergencia médica con riesgo de muerte.
Para dimensionar el peligro: según la Organización Mundial de la Salud, al menos 1 de cada 10 niños que contraen esta enfermedad muere. Y cuando se trata de meningococcemia —su forma más agresiva— hasta 4 de cada 10 pierden la vida. Es decir, de cada 10 niños que enfrentan esta infección, 4 no sobreviven. Y entre quienes logran superar la enfermedad, el sufrimiento no siempre termina ahí: hasta un 20% de los sobrevivientes —2 de cada 10— queda con secuelas permanentes. Muchas veces se trata de pérdida auditiva irreversible, pero también pueden presentarse trastornos del lenguaje, retrasos en el desarrollo, convulsiones, problemas motores, pérdida de la vista o incluso la amputación de brazos o piernas.
Detrás de cada cifra hay un niño que ya no volverá a correr, a oír la voz de su madre, a jugar como antes. Y una familia enfrentando el dolor y el duelo.
Frente a una enfermedad tan grave, el tiempo es crucial. Por eso, reconocer los síntomas y actuar con rapidez puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Fiebre alta, rigidez en el cuello, somnolencia, vómitos, manchas en la piel o dificultad para despertar son señales de alerta que no deben ignorarse.
El Ministerio de Salud ya ha iniciado acciones preventivas en las comunidades afectadas, como administrar antibióticos a los contactos cercanos. Pero como pediatras, creemos que eso no es suficiente. Existe una vacuna que protege contra varios tipos de meningococo y en Panamá está disponible en el sector privado a partir de los 9 meses de edad. En contextos como este, donde ya se han producido muertes, su uso debe considerarse una herramienta fundamental para proteger vidas.
La meningitis meningocócica no es común, pero cuando llega, arrasa. No podemos quedarnos esperando el próximo caso. No podemos permitir más muertes evitables.
A las autoridades, les pedimos actuar con urgencia. Y a los padres, les pedimos que hablen con su pediatra. Que pregunten. Que se informen. Que sepan que hay una manera de proteger a sus hijos.
Porque cada niño que perdemos es una vida que pudo ser salvada. Y proteger la vida de nuestros niños debe ser siempre la prioridad.
La autora es pediatra.