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Una respuesta a Guillermo Castro H.

Una respuesta a Guillermo Castro H.
Ilustración generada por inteligencia artificial (OpenAI, 2025).

Años atrás envié un artículo a la revista Tareas sobre Martí y Mariátegui. Se negaron a publicarlo por críticas que hizo el señor Guillermo Castro H. Puesto que creo que persisten condiciones y circunstancias, me permito publicar la réplica.

Dr. Marco A. Gandásegui

Revista Tareas

Panamá

Estimado Dr. Gandásegui:

Permítame agradecer a usted la amabilidad de hacerme llegar, por conducto del profesor Roberto Hernández, las críticas que el profesor Guillermo Castro H. ha hecho a mi artículo, sobre las cuales deseo referirme en la forma siguiente:

1. En cuanto a la omisión bibliográfica que detecta el señor Castro, debo indicar que encuentro inusitadamente prejuiciado el criterio de presuponer que he debido mencionar y discutir puntos de vista que definen un nivel de discusión del tema que denomina “básico” en América Latina, a lo que agrega que he debido manifestar conocimiento de ciertas obras como el ensayo de Fernández Retamar o los de Vanden sobre Mariátegui.

El señor Castro no ha considerado la posibilidad de que no me interesara, como no me interesa aún, consultar fuentes secundarias, incluyendo las obras que menciona. Si hubiera intentado comprender lo que deseaba hacer en mi trabajo, se habría dado cuenta de que el propósito del ensayo era una lectura muy personal de algunos textos de Martí y Mariátegui, casi completamente al margen de lo que la literatura accesoria tuviera que decir sobre el tema. La idea básica fue el enfrentamiento directo con algunos textos de los autores y reaccionar a partir de su obra sin apelar a criterios ajenos.

2. El Sr. Castro me acusa de excluir del tratamiento del tema la consideración de la “compleja realidad histórica de la que las ideas son expresión”.

Sin rodeos, debo decir que la frase parece tomada de alguno de esos textos introductorios de una edición de obras de Martí. Algo similar se encuentra en la de Raimundo Lazo, publicada por Porrúa. Como el Sr. Castro no explica el sentido exacto de semejante generalidad, debo aclararle que, debajo de esa cobija, puede cubrirse o decirse cualquier cosa, incluyendo, por supuesto, lo que sus autores favoritos piensan. Y eso es precisamente lo que intenté evitar. No obstante, hice mención de algunas circunstancias y hechos muy próximos a Martí y a Mariátegui que consideré indispensables para explicar, en el caso del cubano, la influencia temprana del idealismo alemán vía el krausismo español, y en Mariátegui, la influencia del marxismo y las ideas estéticas de Croce y otros.

Prescindí de relacionar el pensamiento de los autores con un contexto más amplio a fin de ceñirme al propósito inicial: comentar abreviadamente algunos aspectos que estimé sobresalientes en la formación ideológica de Martí y Mariátegui, y su relación con el temperamento de cada uno, según los entendí reflejados en algunas de sus obras. A ello, agregaría el interés por destacar que la herramienta ideológica de cada pensador les condujo por caminos de interpretación diferentes.

3. Otra crítica que me hace Castro, pero que no explica, es que he incurrido en el defecto de expresar juicios subjetivos “carentes de fundamentación en hechos comprobables y/o en opiniones de otros especialistas de reconocida autoridad en la materia”. Repito que no me interesó apelar a la autoridad de los especialistas. Estoy convencido de que el recurso excesivo a las “autoridades”, que buena parte de los docentes de la Universidad de Panamá hacen rutinariamente, conlleva, para desventura de nuestros aturdidos estudiantes, la decepcionante consecuencia de producir un discurso repetitivo y estéril, propiciatorio de criterios de interpretación uniformados, que no hace falta ejemplificar. Tal comportamiento se origina, en buena parte, en el servilismo ideológico de esos profesores incapaces de revisar la doctrina memorizada. Por otra parte, observo que el señor Castro no ofrece un ejemplo siquiera, de modo que lo haré yo.

Todo lo que he dicho sobre el estilo y contenido que muestra Martí en algunos de sus ensayos es verificable y se sostiene sin las atenuantes que el Sr. Castro probablemente deseara invocar, apelando a contextos más amplios. Léase, por ejemplo, Nuestra América y compárese la pirotecnia verbal que despliega Martí con el texto de uno de los Siete ensayos de Mariátegui. Compárese también la calidad. En el cubano predomina la emoción, la retórica ardiente, el melodrama, el deseo de encandilar. La comunicación de un estado de excitación emocional casi descontrolado por momentos es obviamente lo que recibe prioridad por parte de Martí.

De la lectura de ese y otros ensayos puede deducirse —cosa que el mismo cubano admitió— que sus ideas debían ser acarreadas por una “prosa centelleante”. Claro es que muchos de sus acólitos gustan de ser deslumbrados, y eso es algo que debe respetarse. Por mi parte, prefiero un lenguaje menos conturbado, como el de Mariátegui. Martí habla con mucha elocuencia, pero explica poco. Mariátegui hace lo contrario: utiliza un estilo sobrio, analítico, desprovisto de esa retórica perturbadora. Es más racional que el cubano y, en consecuencia, sus ensayos son menos aptos a equívocos interpretativos. No obstante, hay que reconocer que Martí no siempre escribió así.

4. Dije que muchos admiradores marxistas de Martí, que no reconocen dioses en las alturas, le rinden un culto casi religioso. Le han nombrado desde el “Apóstol” —un vocablo sinónimo pero más inocuo que “evangelizador”— hasta “el iluminador de vidas”.

Y no veo sobre qué podría sostenerse una acusación que me hiciera Castro de subjetivismo carente de fundamento en hechos comprobables, cuando el caso es que basta referirse a los comentaristas martianos para comprobar la liturgia. No exagero si digo que al menos le han dado una docena de apodos pomposos. Ni siquiera a Bolívar lo han adornado tanto. Al pobre Mariátegui, cuya obra posee, a mi juicio, superior calidad analítica, lo han relegado un poco. El hecho se revela singular y descubre el fanatismo que han engendrado alrededor de Martí sus devotos admiradores, si se tiene presente que, aparte de las oportunas advertencias sobre el peligro del imperialismo y de la necesidad de reconocer la importancia de la unidad latinoamericana —dos cosas sobre las que estamos sobradamente advertidos—, Martí no tiene mucho que decirnos ya sobre nuestra realidad histórica. Mariátegui, en cambio, con su ejemplar empleo del materialismo histórico, tiene mucho que enseñar todavía.

Naturalmente, que solo podría hacerlo si encontrara ponderación.

5. Sobre el ofrecimiento que me hace el Sr. Castro de consultar su tesis de maestría, reitero que la literatura secundaria no me ha interesado para la preparación de mi artículo. Pero si otro fuera el caso, tendría que preguntarme qué razones habría para consultar ese trabajo, cuyo autor manifiesta tan rendida dependencia a trabajos ajenos, si tengo a mi alcance tantos estudios de un nivel académico más elevado.

Atentamente,

Ricardo López Arias

El autor es doctor en filosofía.


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