Han pasado tres días desde que el diputado del Partido Revolucionario Democrático (PRD), Jairo “Bolota” Salazar, agredió y amenazó a su colega de la bancada Seguimos, Betserai Richards. El episodio, ocurrido fuera del pleno de la Asamblea Nacional, desató un aluvión de críticas en redes sociales, en medios de comunicación y entre ciudadanos que observan con preocupación la creciente normalización de la violencia en el espacio legislativo.
Pero mientras el rechazo crece, el PRD guarda silencio: ni un comunicado, ni una declaración, ni siquiera una expresión de inquietud. La dirigencia del partido, que ha enfrentado múltiples cuestionamientos por su deterioro ético y doctrinario, optó esta vez por cerrar filas, casi como si la agresión no hubiese ocurrido. Casi como si su jefe de bancada, el mismo Salazar, fuera intocable.
Francisco Sánchez Cárdenas, uno de los fundadores del PRD, observa la escena desde la distancia con una mezcla de indignación y desencanto. Para él, lo ocurrido no es un hecho aislado, sino una prueba más del desgaste institucional que carcome a la Asamblea Nacional y de la complicidad de los partidos políticos que toleran estos comportamientos. “Lo que se ha visto en los últimos días ya va más allá del calor de un debate parlamentario”, dijo a este medio.

Cárdenas habla con la calma de quien ha visto muchas tormentas políticas, pero no disimula la gravedad del momento. En su opinión, el hecho de que la agresión ocurriera fuera del hemiciclo —en un salón del edificio legislativo— revela el nivel de descontrol que impera en el órgano del Estado encargado de hacer las leyes. “Eso es muy peligroso”, advierte. Peligroso para la convivencia democrática. Peligroso para la legitimidad del sistema.
“Desgraciadamente, siempre ha participado el mismo diputado”, lamenta, refiriéndose a Salazar, quien en los últimos años ha protagonizado otros episodios violentos y que ahora, paradójicamente, lidera la bancada de su partido. Para Cárdenas, este tipo de reincidencia no se corrige con disculpas públicas, sino con sanciones claras. Pero no ve voluntad política para hacerlo.
Complicidad
En su análisis, el problema de fondo no es solo el carácter de un diputado, sino el modelo político que ha adoptado el PRD. “No pueden condenar estos actos porque son parte de esa forma de pensar: la de defender a las personas y no a la doctrina ni a la estructura partidaria”, denuncia. El partido, asegura, ha dejado de ser un colectivo ideológico para convertirse en un instrumento de protección personalista.

Renunció al PRD hace año y medio, pero militó en él desde 1979, cuando el partido apenas nacía como el brazo político del torrijismo. “Ya no podía seguir ahí”, confiesa. Lo que ve hoy es una organización que ha perdido el rumbo, que prefiere callar ante la violencia antes que romper con sus propios liderazgos. “El país ha visto cómo la Asamblea ha venido cayendo paulatinamente en una situación de descrédito que cada día se hace más evidente”, advierte.
Desde su perspectiva, el partido debió actuar de inmediato: emitir un comunicado, condenar la agresión, iniciar un proceso disciplinario. En vez de eso, silencio. “Y ese silencio lo dice todo”, sentencia. Para él, no hay democracia sin responsabilidad política, y no hay responsabilidad política sin autocrítica.
Más opiniones
La voz de Cárdenas no es la única que se alza. Otro viejo militante del PRD, Mitchell Doens, también expresó su rechazo. “La violencia debe rechazarse en la vida política, y eso es lo que hemos recomendado a los amigos y miembros del partido”, señaló. Reconoció que Salazar pidió disculpas al país, aunque no directamente al diputado Richards.

“Creo que Richards, por ser joven, es agresivo en su discurso frente a algunos diputados”, sugirió Doens, tratando de matizar. Aun así, Doens cree que el PRD debe pronunciarse. “Estoy seguro de que lo van a hacer, porque este no es solo un problema de la Asamblea, también toca al partido”, afirmó.
Otros episodios
En la Asamblea Nacional, los episodios de violencia no son exclusivos de un solo diputado perredista; el historial del PRD revela varios nombres marcados por la confrontación.
Raúl Pineda protagonizó, en agosto de 2021, un acalorado altercado con el diputado independiente Edison Broce durante una sesión de la Comisión de Presupuesto. Pero esa no fue su única muestra de agresividad: en 2012, Pineda llegó al pleno armado con un tolete y empujó violentamente al entonces primer vicepresidente Marcos González, dejando una imagen de caos y descontrol en el órgano legislativo.

En 2019, Crispiano Adames desató una tormenta al lanzar insultos y amenazas físicas contra su colega Leandro Ávila durante una sesión, lo que obligó a suspender la reunión. Y si se retrocede aún más en el tiempo, el episodio entre Luis “Lucho” Gómez, del PRD, y Guillermo “Willy” Cochez, del Partido Democracia Cristiana, en 1989, marcó un hito.