Mariel Fuentes veía el concurso de oratoria con su abuela desde que era niña. A partir de cuarto grado, se preparó para concursar y en 2023 cumplió su sueño de representar a su provincia.
Los Santos tenía cinco años sin una representante. Debido a las protestas contra el contrato minero, el concurso se realizó en 2024.
Mariel quedó entre las 15 finalistas, pero no logró subir al podio. Aun así, como parte de los premios, obtuvo una beca de 20 mil dólares para estudiar la carrera de su elección en una universidad.
Tras el concurso, les entregaron un documento que indicaba que recibirían una beca de auxilio económico. Esto tomó por sorpresa a muchos, ya que los auxilios económicos habían sido fuertemente criticados en meses anteriores. Sin embargo, Mariel confió en la organización del concurso y en las instituciones.
El documento estaba firmado, no por la oficina encargada de los auxilios, sino por la Secretaría General, que en teoría tenía mayor autoridad.
Luego del evento, dos asesores universitarios se acercaron interesados en el perfil de Mariel: uno de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, y otro de la Universidad de Navarra, en España.

Ella deseaba estudiar Ciencias Ambientales y Biología en Navarra o Neurociencia Computacional en Harvard. Sin embargo, fue notificada de que la beca de oratoria solo permitía estudios en universidades dentro del país, o al menos eso fue lo que le informaron. Al no haber quedado en el podio, debía realizar sus estudios superiores en Panamá.
Al enfrentar esta realidad, Mariel conversó con su familia en El Sesteadero de Las Tablas para iniciar una carrera universitaria. La única opción que se parecía un poco a lo que ella deseaba era Ingeniería Forestal, ofrecida en tres sedes de la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP): Panamá, Colón y Chiriquí, todas bastante lejos de Los Santos.
La alternativa más viable era mudarse a Panamá, pero las condiciones económicas eran limitadas. Mariel preparó una presentación en PowerPoint para convencer a su familia de apoyarla en su decisión, con la esperanza de que, cuando se hiciera efectiva la beca que había ganado en oratoria, todo lo invertido sería compensado.
Sin guía y preguntando a todas las personas que pudo, Mariel logró conseguir un contacto dentro del Ifarhu que se conmovió con su situación. Así logró ingresar al piso 15 del edificio, ubicado en vía Brasil, donde atienden los auxilios económicos. Ese día estaba sola: su familia enfrentaba serios problemas personales y de salud. Al llegar, solo había tres funcionarios. Tras una hora de espera, la hicieron pasar con la encargada de los auxilios.

La funcionaria le preguntó de dónde venía, y al responder que era de Los Santos, esta exclamó: “Ah, eres del interior, perfecto”.
Mariel le comentó que estudiaba Ingeniería Forestal, a lo que la funcionaria respondió: “Bueno, corazón, no te preocupes, yo puedo hacer todos tus trámites en menos de una semana”.
Le explicó que necesitaba todos sus datos y que la carrera debía costar unos 700 dólares. Mariel aclaró que esa suma solo cubría la matrícula, no los libros, transporte, comida ni los gastos de mudanza o alquiler.
La funcionaria le dijo: “Podemos ofrecerte 700 dólares, más unos 100 si quieres una computadora básica. Como vienes del interior, tal vez no me has entendido: tu carrera no es tan necesaria, muy pocos conocen Ingeniería Forestal y es pública. Si estuvieras en una privada y fuera una carrera más conocida o demandada, tal vez podría darte más, no los 20 mil, pero sí un poco más”.
Mariel preguntó si entonces firmarían un documento donde constara que no recibiría los 20 mil dólares prometidos. La funcionaria respondió: “No, no, en el cheque seguirán apareciendo los 20 mil dólares… solo que, a tu cuenta, no van a llegar”.
Devastada por lo vivido en el piso 15 del Ifarhu, y pensando en todos los sacrificios que su familia hacía para que pudiera estudiar, Mariel regresó a Los Santos. Hasta la fecha, a sus 18 años, se somete a psicológico por las secuelas emocionales de esta experiencia.
Ante esta injusticia, decidió cambiar su plan y estudiar Derecho en la Universidad Católica Santa María La Antigua (USMA), decidida a evitar que otros jóvenes pasaran por lo mismo.
Con el cambio de gobierno, el Ifarhu volvió a contactarla para ofrecerle carreras específicas en cuatro universidades nacionales. Esta oferta también fue extendida a otros finalistas, pero Derecho en la Usma no estaba entre las opciones, y lo ofrecido solo cubría la matrícula, no los gastos asociados.
Posteriormente, al conocerse su historia, funcionarios del Ifarhu hablaron con autoridades de la Usma, quienes accedieron a otorgarle una beca.
Días después, el Ifarhu la llamó para informarle que su puesto había sido cedido a otro estudiante. Le ofrecieron como alternativa inscribirse en la Universidad Interamericana de Panamá o en la Universidad Latina, pero nuevamente, sin cobertura para gastos adicionales.
Ahora que han salido a la luz pública los videos de denuncia, la han llamado insistentemente para que acepte uno de los dos beneficios, aunque no corresponden ni a la universidad ni a la carrera inicialmente prometidas. Además, le advirtieron que, si no respondía pronto, podría perder el cupo.
Mariel se graduó en el Colegio Manuel María Tejada Roca con un promedio de 4.981 y obtuvo el segundo puesto de honor. El día de su graduación, el Ifarhu se tomó fotos con ella y le entregó un papel que, al revisarlo, solo decía: “Te agradecemos por los esfuerzos que has tenido”, pese a que públicamente habían declarado que le otorgarían una beca, una promesa que nunca se materializó.
Además, Mariel aplicaba para la beca “Transformando Vidas”. El Ifarhu la contactó para notificarle que sería considerada, pero después de la primera reunión, no volvieron a convocarla. Luego se enteró, por terceros, de que varios puestos fueron otorgados a otros estudiantes, algunos recomendados por diputados.
Mientras tanto, los exfinalistas del Concurso Nacional de Oratoria que han alzado la voz reclamando su derecho ganado han recibido advertencias de posibles consecuencias legales si continúan “manchando” el prestigio del certamen, deslindando de responsabilidad a los organizadores y atribuyéndola únicamente al Ifarhu.
Aunque el director del Ifarhu ha mencionado en entrevistas la posibilidad de solicitar un crédito extraordinario para honrar los compromisos de becas y auxilios de los finalistas, de manera formal u oficial ninguno de los afectados ha sido notificado.
Por ello, Mariel, junto a otros jóvenes, envió una carta al director general del Ifarhu solicitando una reunión directa, sin intermediarios, para encontrar una solución.
Hoy, Mariel no tiene ninguna beca, pero sí muchas deudas. Para su familia, esto representa una situación crítica.
Su hermana menor, de 12 años, también sueña con participar algún día en el concurso de oratoria, pero ya ha sido testigo del trauma causado por el incumplimiento de las promesas. Mariel expresó: —¿Cómo le digo a mi pequeña hermana que lo que nos prometieron era una mentira? Yo amo Panamá y quiero retribuirle todo a mi país. Todos mis proyectos son por y para Panamá.