Este año, la selva del Darién ha estado inusualmente callada. Hasta junio, solo 2,927 personas se han atrevido a cruzarla, una cifra mínima si se compara con las más de 200 mil que lo hicieron en los primeros seis meses de 2024.
Las huellas en el barro se borran más rápido, los campamentos improvisados se oxidan sin visitantes y los pasos clandestinos parecen haberse detenido en el tiempo. En las aldeas fronterizas, los habitantes ya no ven pasar, a diario, las largas caravanas de rostros agotados. Algo ha cambiado en la ruta más temida del continente.
El desplome en el flujo migratorio ha sido interpretado por las autoridades panameñas como un efecto directo de las nuevas medidas de control fronterizo impuestas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y por su vecino país, México, así como del reforzamiento de los operativos en Colombia.

El contraste entre ambos años evidencia un cambio radical en una de las rutas migratorias más peligrosas del hemisferio.
Migración inversa
En cambio, el fenómeno conocido como migración inversa está tomando fuerza. El pasado mes de junio, el presidente de la República, José Raúl Mulino, expresó su preocupación por el incremento de lo que denominó “migración inversa”, refiriéndose al flujo de ciudadanos que se desplazan desde Estados Unidos hacia América del Sur, pasando por Panamá.
“Me preocupa que va subiendo el número de ciudadanos viniendo norte-sur”, advirtió.
Según datos oficiales citados por el mandatario, hasta mediados de junio se han registrado 11,810 personas en esta ruta migratoria atípica, de las cuales 2,500 transitaron por el país durante el mes de mayo. En junio, la cifra parcial es de 859 personas, aunque Mulino señaló que estos movimientos son cíclicos y responden a factores cambiantes.

Entre las nacionalidades más comunes en esta nueva oleada destacan los venezolanos, quienes representan, según Mulino, “la nacionalidad más importante que está en esas travesías”, seguidos por ciudadanos de Colombia, Perú y Ecuador.
“Esta es una realidad que seguiremos afrontando mientras la situación de retorno de todo este montón de personas sea impedida para llegar a Estados Unidos o expulsadas de los Estados Unidos”, afirmó Mulino.
Nueva ruta
Recientemente, la Defensoría del Pueblo de Colombia informó que la migración inversa no solamente se está realizando por Capurganá (Chocó), del lado del mar Caribe, sino también por el océano Pacífico.
Personas de todas las edades que vienen de Centroamérica, porque no pudieron llegar a Estados Unidos, están siendo trasladadas por redes que se ofrecen a llevarlas en embarcaciones hasta Buenaventura (Valle del Cauca). Esta constituiría una nueva ruta de migración a la inversa, desde el corregimiento de Jaqué, en la provincia panameña del Darién.

Sin embargo, la Defensoría pudo comprobar que las y los migrantes son trasladados únicamente hasta el municipio de Juradó y Ciudad Mutis (esta última, cabecera municipal de Bahía Solano), en el departamento del Chocó.
También los trasladan desde el mismo punto hasta El Valle, otro corregimiento de Bahía Solano, donde no hay control migratorio. Esa amplia zona presenta una débil presencia institucional, lo cual agrava la situación.
“Encontramos que niñas y niños vienen con personas adultas que no son sus padres ni familiares, además de que no tienen identificación. Esto pone en riesgo la integridad de las y los menores de edad, que son sujetos de especial protección constitucional. Adicionalmente, llegan sin permiso de ingreso y salida”, manifestó la defensora del Pueblo de Colombia, Iris Marín Ortiz.