El reloj marca casi un año desde que Dino Mon asumió la dirección de la Caja de Seguro Social (CSS).
En una entrevista con La Prensa, habla con la pausa de quien carga sobre los hombros una institución que ha pasado por las peores prácticas administrativas y financieras, la pérdida de medicamentos y querellas penales.
En esta conversación, relata lo que encontró debajo de las alfombras.
“Nadie llega preparado para esto”, confiesa, mientras enumera las sorpresas que lo han golpeado en estos meses.
“Lo que me motiva es saber que, aunque sea en una o dos personas, puedo influir en su recuperación”.
El tono es íntimo, pero no tarda en endurecerse cuando se le pregunta qué halló al llegar.
“No me esperaba todo lo que encontré”, dice con franqueza. Se refiere a un edificio institucional carcomido por la burocracia, la falta de planificación y algunas redes internas que actúan como parásitos.
“El reto diario me llena de adrenalina”, asegura.
El primer tema inevitable son los medicamentos.
Mon recuerda que recibió una CSS con menos de la mitad de su inventario abastecido. “Hoy estamos en 90%”, afirma.
Pero advierte que el verdadero problema no es el inventario en sí, sino que los fármacos lleguen al paciente en el momento oportuno. “La disponibilidad es el gran desafío. No sirve tener bodegas llenas si el asegurado sigue saliendo con las manos vacías”.
Citas médicas
La conversación salta entonces al asunto que más duele: las citas médicas. “¿Cómo se arregla algo que viene de arrastre desde hace décadas?”, se le plantea. Mon suspira. “Es un reto estructural. Pasa por tecnología, por personal, por formar especialistas que simplemente no existen hoy”, responde. Y menciona la carencia en provincias como Bocas del Toro, Darién o Chitré, donde los asegurados esperan meses o viajan largas distancias para ser atendidos.

A ese panorama se suma una sombra que ha carcomido la paciencia ciudadana: las mafias internas. Mon no duda en admitirlo. “Sí, hemos descubierto redes que venden citas y atrasan a otros pacientes. Es un cóctel de problemas que multiplica la frustración del asegurado”, revela. Y asegura que esas prácticas ya han sido denunciadas. “El Ministerio Público tiene toda la información. La CSS ha presentado querellas con documentos, no simples denuncias”.
Lo que se descubrió dentro de la entidad fue que redes de funcionarios lucraban con las citas médicas, cuyos precios llegaban en algunos casos hasta los 125 dólares.
Este medio pidió al director de la CSS que profundizara en las demás denuncias: ¿cuáles son esas querellas? Mon enumera sin rodeos. Habla de irregularidades en el manejo de inventarios, de medicamentos controlados como el fentanilo y de malos manejos administrativos. Y cuando se le insiste sobre las más graves, responde sin titubeos: “Sí, hay una querella por los 400 millones de dólares que fueron sacados de la Caja para el gobierno central sin generar un solo interés. Y otra por alteraciones en los registros patronales para evadir pagos de cuotas”.

El director levanta las cejas, como midiendo el peso de esas palabras. Sabe que está señalando una herencia que lo antecede, pero insiste en que ahora las cosas se hacen distinto. “Hemos preferido presentar querellas penales para que el Ministerio Público actúe con prontitud”, repite, marcando distancia de gestiones anteriores.
Apuesta tecnológica
En medio de ese panorama de denuncias y carencias, Mon recurre a lo que llama su apuesta de futuro: la tecnología. Explica que trabaja con la Autoridad de Innovación Gubernamental y la Presidencia para instalar el expediente clínico electrónico. “El asegurado podrá ver sus exámenes, radiografías y recetas desde cualquier lugar. Eso le devolverá poder y transparencia”, promete.
El expediente digital incluirá además una agenda electrónica de citas y un módulo de medicamentos que permitirá al paciente conocer en tiempo real qué está disponible. “La información es poder, y el asegurado debe tenerlo”, repite como un mantra. Sabe que la tecnología, aunque no resuelve de golpe la escasez de especialistas, puede al menos ordenar el caos.
Pero no todo se reduce a plataformas digitales. El bolsillo de la CSS también sufre. La morosidad empresarial ronda los 240 millones de dólares. Mon admite que hay cuentas incobrables porque algunas compañías desaparecieron o no tienen representantes legales. Aun así, asegura que su administración ya logró reducir en 7% la deuda heredada.
La planilla
La planilla es otro tema espinoso. Con 35,600 empleados y un gasto anual de 1,300 millones de dólares en salarios —el 60% del programa de salud—, la CSS se debate entre la necesidad de médicos y técnicos y la duplicidad de funciones en áreas administrativas. “Estamos en un proceso de redimensionamiento”, afirma Mon, consciente de que recortar siempre genera resistencia.

Por otra parte, el presupuesto para 2026 está calculado en 8,140 millones de dólares. Una cifra monumental que, dice, se destinará a modernización tecnológica y rehabilitación de infraestructuras.
“No se trata de gastar en software que no se use, sino de rescatar lo que tenemos y actualizarlo”, señala, con un ojo puesto en el Complejo Hospitalario Dr. Arnulfo Arias Madrid y las policlínicas del interior.
La entrevista llega a su punto más humano cuando se le recuerda al asegurado que espera meses por una cita o que madruga para hacer fila por una medicina. “¿Qué les dice hoy?”, se le pregunta. Mon baja el tono. “Que tengan paciencia. Para fin de año los medicamentos estarán bajo control y en 2026 vamos a dedicarnos de lleno a las citas. Lo que estamos haciendo es por ustedes. Revertimos un deterioro de muchos años y necesitamos un poco más de paciencia”, insiste. Mientras tanto, la fila de asegurados sigue creciendo. Y el reto, como él mismo admite, aún está muy lejos de acabarse.