Cuando la noche cae espesa y silenciosa sobre la cordillera Central, José Barrios baja la velocidad de su camión. Sabe que el reloj no importa cuando las barricadas mandan. “A esta hora ya cierran el puente de La Cusa. Si no pasas antes de las 7 de la noche, te fregaste”, dice, con la resignación de quien ha hecho esta ruta más veces de las que puede contar, pero con la certeza de que cada viaje ahora es una ruleta de incertidumbres.
Hace más de 15 días que transportar mercancía a la provincia de Bocas del Toro es una odisea. José, quien pidió reserva de su verdadero nombre por temor a represalias, opera un servicio de carga entre Ciudad de Panamá y Almirante. En teoría, la ruta debería tomar entre 10 y 12 horas. Hoy puede tomar dos días, si la suerte acompaña. Si no, puede ser más. Mucho más.

Cae la noche
“El problema empieza en la cordillera”, dice. Allí, las comunidades se han organizado para cerrar el paso como forma de protesta contra la Ley 462, que reformó la Caja de Seguro Social. El rechazo a la norma ha encendido la chispa en una región históricamente excluida del debate nacional. Pero esta vez, la mecha ha llegado al corazón del transporte terrestre.
“Tenemos dos camiones. Uno sale en la madrugada, el otro al mediodía. Antes hacíamos entregas diarias. Ahora, solo cuando se puede”, relata. Transportan de todo: alimentos, repuestos de autos, documentos oficiales, medicamentos. Todo lo que alguien en Bocas del Toro espera para seguir con su día a día. Todo lo que ahora llega tarde, si es que llega.
José se sabe de memoria los horarios clandestinos de paso. El primer obstáculo surge en la cordillera Central, entre Malí, Cañaza y Pueblo Nuevo, poblaciones del distrito de Chiriquí Grande, Bocas del Toro. Un grupo de manifestantes abre la vía solo una hora: de 5:00 a 6:00 p.m. “Si no pasas en ese tiempo, te quedas varado hasta el día siguiente”, explica.
Más adelante, en el sitio conocido como el puente de La Cusa, un punto crítico junto al río, otro cierre se activa a las 7:00 p.m., sin coordinación con los grupos anteriores. Luego vienen otros cierres en Los Chiricanos, Las Cañas, Molejones, Loma Estrella, Quebrada Pastor y Nuevo Paraíso.
“Vamos de tranque en tranque hasta que abren y se hacen las 12 de la noche cuando vamos entrando a Almirante”, dice.

Al llegar a Almirante, el reloj vuelve a correr en contra: el acceso se permite desde las 12:00 a.m., por solo 60 minutos. “Descargamos como locos. Media hora para sacar todo y salir antes de que cierren otra vez”, relata.
La mercancía grande, desde bombas de agua hasta suministros médicos, se acumula en bodegas improvisadas, mientras paquetes pequeños siguen su viaje a Changuinola en manos de ayudantes que esquivan siete cierres más, cargando bultos a pie, en carros o en moto.

Un país en dos tiempos
El viaje de regreso no es menos complejo. Si logran descargar en menos de una hora, pueden salir antes del próximo cierre. Si no, hay que dormir en el camión, con la esperanza de que al amanecer alguien tenga compasión. Quebrada Pastor, Las Cañas, Loma Estrella... cada comunidad es una posibilidad de quedarse atrapado.
“Hay que esperar”, dice con resignación.
“Bocas parece un país aparte. Lo que pasa aquí no se sabe en la capital. Solo lo vemos en TikTok o si alguien sube algo a redes. Y eso si lo ven”, lamenta.
En el camino ha visto de todo: madres con niños en brazos esperando bajo la lluvia, turistas desesperados discutiendo con manifestantes, extranjeros con armas, personas enfermas que suplican por pasar. “Nos llaman pidiendo ayuda, pero ¿qué podemos hacer?”, se pregunta.

José es enfático. Está en contra de los cierres. “No porque no entienda el malestar. Todos lo sentimos. Pero el problema es que la protesta nos está asfixiando a nosotros mismos. El país está funcionando para allá, para el interior. Pero acá estamos paralizados”, añade.
Así es la logística en tiempos de crisis. Un acto de fe entre barricadas, una coreografía de pasos medidos, donde cada minuto perdido es un bulto más que no llega, una necesidad no resuelta, un país que se parte en dos justo donde empiezan las montañas.
La huelga sigue, los bloqueos también
Por lo pronto seguirán así. Anoche tras una nueva ronda de conversaciones con los ministros de Trabajo y Comercio, los dirigentes de Sitraibana confirmaron que continuarán con la huelga y los cierres de vías en Bocas del Toro. Así lo expresó Francisco Smith, secretario general del gremio, luego de una reunión sostenida con los representantes del gobierno.

El dirigente sindical reiteró que el centro del conflicto sigue siendo la Ley 462, que reformó el sistema de pensiones de la CSS. Según Sitraibana, esta norma colisiona con la Ley 45 de 2017, que estableció un régimen especial de pensiones para los trabajadores bananeros. “Comprobamos que la Ley 45 fue trastocada. Violaron los derechos del trabajador. Esa es la razón por la que el banano está en la calle”, aseguró.
Chiquita Panamá, la mayor empresa encargada de la producción y distribución de banano, cerró sus oficinas en Changuinola debido a los cierres y el paro de los trabajadores. La huelga, de acuerdo con la compañía, afecta directamente a 7,000 trabajadores y a más de 24 mil empleos indirectos que genera la industria bananera, el principal motor económico y empleador de la provincia.

Los números de la carga
El de José es solo un ejemplo de un sector que en los últimos días se ha visto golpeado por los cierres.
De acuerdo con Antonio García Prieto, vicepresidente de la Asociación de Transportistas de Carga de Panamá, si se suma tanto el transporte desde Zona Libre como el directo desde puertos y otros centros, calculan que 100 furgones se dejan de mover cada día.
Mientras que Daniel Isaza, presidente del Consejo Empresarial Logístico (COEL), advirtió que los bloqueos intermitentes de las carreteras y en específico de la Interamericana que conecta a Panamá con el resto de Centroamérica, pone en riesgo la conectividad logística y flujo del transporte de carga que sale de la Zona Libre de Colón y otros ejes de transbordo hacia esa región.
Esto representa cerca del 40% del comercio terrestre en dirección de Panamá a Centroamérica. “Se están perdiendo por día cerca de ocho horas de trabajo, mayormente en las noches, que es cuando se mueve la mercancía”, manifestó.