Lloraban ríos de lágrimas, más que mil magdalenas juntas. Lloriqueaban porque, en una canción sin fin, todos esos ministros y funcionarios del gobierno de Martinelli, incluyendo al actual presidente, José Raúl Mulino, sollozaban mientras reclamaban que se les violaba el debido proceso, que había que presumir su santa inocencia. Pero cuando no se trata de ellos, al pepino con el debido proceso. Eso es lo que ha hecho la ministra de Trabajo, Jackeline Muñoz, quien, con una sobreactuada solemnidad, anunció al país haber solicitado la disolución del “Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de la Construcción”, nombre que –por cierto– no corresponde a las siglas de Suntracs.
La ministra, con título de abogada, aseguró que Suntracs no es más que una fachada para cometer “extorsión, violencia, estafa, abuso de poder y uso indebido de recursos”. Si solo bastan sus palabras para concluir que Suntracs es una mafia, no necesitaríamos mucho más para asegurar que aquí robaron a manos llenas en el gobierno de Martinelli, y que todos los que están procesados por lavado de activos y corrupción no necesitan que se les prueben tales afirmaciones. Solo basta con que un ministro lo diga, y todos a la cárcel.
Con la desfachatez de un cínico, la ministra aseguró que su acción es en beneficio de los “derechos de los trabajadores y garantizar el respeto al marco legal…”. Que su decisión se basa en “el resultado riguroso de un análisis jurídico y técnico con base a la legislación laboral vigente” –que nadie más que ella ha visto– y en defensa de los trabajadores… porque Panamá necesita de un “sindicalismo responsable, democrático y representativo”. Y en este caso, ella es la que decide cuáles son los sindicatos con esas características. Toda una palabrería hueca e inútilmente pomposa para dorarnos la píldora para justificar la destrucción de sus enemigos.
No recuerdo en toda mi vida profesional ni una sola vez que gobierno alguno haya pedido disolver un sindicato sólo porque le lleva la contraria a los máximos funcionarios del país. Esto no es más que síntomas de un autoritarismo creciente que practica un individuo que está avivando el fuego peligrosamente para una explosión social, que cualquier día de estos le reventará en la cara. Y cuando ocurra, no habrá poder policiaco –a menos que empiecen a matar gente– que contenga a enardecidos ciudadanos que siguen sin soluciones, con votantes que siguen esperando que cumpla su promesa del chen-chen, esa que solo es honrada a familiares y a unos cuantos allegados, como, por ejemplo, a los amigos de la empresa Hombres de Blanco.
El ministro de Salud le concede a esta empresa contratos para limpiar hospitales y lo hace de forma directa, sin permiso sanitario de operación; sin presupuesto y extendiéndoles sus contratos; no convoca a licitación alguna; ignora los nefastos antecedentes de esta empresa en el aeropuerto de Tocumen, de donde la sacaron “por mutuo acuerdo” por graves incumplimientos; permite que se ejecuten sus contratos con objeciones y sin refrendo; practica el favoritismo consiguiendo dinero para esta empresa, pero no para la otra; oculta deliberadamente información pública y todo lo que hace en este asunto es de a dedo, burlándose de la Ley de Contrataciones Públicas. O sea, autoritarismo puro y duro en el manejo de la cosa pública.
Como quien dice, palo y plomo para el enemigo, plata para los amigos, como decía Noriega, quien parece ser gemelo desaparecido del pichón de dictador que tenemos en el Palacio de las Garzas. Debo hacer notar que estas cosas que ahora parecen inocuas van en escalada, y poco a poco nos podemos ir acostumbrando a estas arbitrariedades, a que estas cada día se cuelen rápida y fácilmente en el panorama político. Y un día, sin darnos cuenta, amaneceremos con un dictadorzuelo dirigiendo el país.
Ha pasado un año desde que Mulino llegó empujado por Martinelli a la Presidencia, pero su desgaste equivale al tres o cuatro años de gobierno; su estilo confrontacional atizó prolongadas huelgas de obreros, docentes y pueblos indígenas; su autoritarismo, soberbia y su creciente cinismo –en especial con lo que ha venido ocurriendo en la Asamblea Nacional– nos grita a la cara que este señor cree tanto en la democracia como lo cree Bukele, Maduro u Ortega. Le recuerdo al presidente que él es un servidor del pueblo panameño; no somos sus vasallos ni sus siervos ni estamos a su servicio. Tenga eso siempre presente, y quizás llegue a entender que usted nos debe respeto.
Carta a nuestros lectores: Aclaración sobre la publicación de Sábado Picante
Estimados lectores,
Queremos referirnos a la situación surgida el pasado 19 de julio, fecha en la que, por primera vez en mucho tiempo, la columna Sábado Picante no fue publicada. Sabemos que esto generó inquietud y comentarios entre quienes nos leen cada semana, por lo que consideramos fundamental explicar lo ocurrido de forma transparente.
La razón detrás de la ausencia de la columna fue una diferencia de criterio editorial respecto a ciertos datos contenidos en la nota. Esta diferencia fue abordada y aclarada internamente en una conversación franca, como corresponde en un medio comprometido con la veracidad y la responsabilidad informativa.
Reconocemos que la falta de comunicación efectiva tanto con nuestro columnista, Rolando Rodríguez, como con ustedes, nuestros lectores, propició especulaciones y reacciones que dieron por sentado que se trataba de un caso de censura. Nada más lejos de la realidad: La Prensa ha mantenido una línea editorial firme y valiente, y Sábado Picante ha sido, desde su inicio, un espacio de análisis y opinión crítica que continuará publicándose cada sábado.
Es importante aclarar, además, que Rolando Rodríguez nunca fue despedido de La Prensa, como se ha afirmado erróneamente en algunas redes sociales. Rolando sigue siendo parte de nuestro equipo y cuenta con nuestro respeto y aprecio profesional.
Ofrecemos disculpas a Rolando por la falta de claridad en el manejo de la situación y, sobre todo, a ustedes, por no haber explicado oportunamente la causa de la ausencia de la columna. Aprendemos de esta experiencia y reafirmamos nuestro compromiso con la transparencia y la libertad de expresión.
Agradecemos la confianza depositada en La Prensa y reiteramos que seguiremos defendiendo, como siempre, la independencia editorial y el derecho de nuestros lectores a estar bien informados.
Atentamente,
Annette Planells
Presidenta Ejecutiva
Corporación La Prensa